Siete años de investigaciones en torno a la decoración marmórea del frigidarium del complejo termal de la ciudad romana de Valeria, en la provincia de Cuenca, y seis campañas arqueológicas en la zona, entre prospecciones iniciales, excavaciones y estudios de laboratorio, han permitido al arqueólogo conquense Javier Atienza concluir su tesis doctoral y colocar a este yacimiento «entre los más importantes del panorama nacional e internacional, desde el punto de vista de la decoración marmórea».
Yno es para menos, si se tiene en cuenta, según afirma Atienza a La Tribuna, «el excelente estado de conservación de este complejo termal, que se salvó de los saqueos tras ser abandonado, lo que ha permitido recuperar prácticamente en un 85% los elementos decorativos de mármol de las estancias del frigidarium, en total más de 7.000 piezas de gran calidad». Algo que, en opinión de este doctor en Arqueología Clásica, supone que «esta colección de elementos marmóreos sea importantísima a nivel nacional e, incluso, europeo, no sólo por la gran cantidad de restos, sino también por su excepcional calidad».
De hecho, no duda en aseverar que «no sólo es el mejor conservado de la provincia, sino que también es uno de los conjuntos de este tipo más importantes recuperado en España de un solo edificio».
El complejo termal de Valeria se encuentra en un excelente estado de conservación. - Foto: J.A.Conclusión ésta a la que se ha llegado gracias a la investigación científica que ha dado lugar a la tesis doctoral que este arqueólogo conquense defendía el pasado 29 de febrero en la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona, y con la que obtuvo la más alta calificación académica, un sobresaliente cum laude por unanimidad.
Complejo termal. Y es que estamos hablando de un complejo termal en «un más que excelente estado de conservación, descubierto en 2014 y con alzados murarios que superan los cuatro metros y medio de altura» que, sin duda, «es el más extenso conocido en la provincia y, probablemente, en el interior peninsular», subraya.
No en vano, las estimaciones iniciales, a tenor de los muros exhumados, apuntan, tal y como precisa, a que este complejo termal, que estuvo en uso de mediados del siglo I d.C. hasta finales del último tercio del siglo IV d.C., puede tener en torno a 1.500 metros cuadrados de superficie total. Eso sí, las excavaciones realizadas en estas termas públicas de Valeria se han centrado en el frigidarium –estancias donde se tomaban los baños fríos–, dejando al descubierto una superficie aproximada de unos 350 metros cuadrados.
Algunas de las lesenas de mármol gris brechado halladas en las termas de Valeria. - Foto: J.A.Estas dependencias termales, según detalla, no solo estaban decoradas con mármoles, que cubrían la zona baja de las paredes, entre un 1,80 y 2 metros de altura, sino que también contaban con decoración musiva; es decir, tenía mosaicos parietales por encima de esos dos metros.
Decoración musiva, también resaltable, «porque no es fácil ni frecuente encontrarla en tan buen estado», sin olvidar que «descubrimos hasta evidencias ancladas con fragmentos bastante grandes»; algo inusual cuando se habla de teselas de mosaico que «suelen estar dispersas».
Investigación. Esta investigación arqueológica de Javier Atienza se aborda en su tesis doctoral desde tres grandes dimensiones de los elementos marmóreos: la cuantitativa, la tipológica y la funcional.
El estudio, por lo tanto, determina cuánto mármol se empleó para decorar las dependencias del frigidarium; en concreto, bastaron 3 m3.
Y también analiza las variedades marmóreas empleadas en esta decoración, que fueron un total de 18, pertenecientes, según el arqueólogo conquense, a canteras, tanto peninsulares como de prácticamente todo el entorno mediterráneo, incluida Asia Menor. Mármoles, por cierto, en palabras de Atienza, con «una calidad destacable», ya que «algunos de ellos están considerados dentro de los más apreciados de aquella época, como por ejemplo, el pavonazzetto, un mármol blanco con vetas púrpuras o marrón morado procedente de la zona de Turquía».
Esto demuestra, además de la importancia de esta ciudad, que las redes comerciales de esa época «eran más complejas y ramificadas de lo que hasta ahora hemos pensado».
En el plano más técnico, esta investigación, además de discernir de las piezas su tipología, cometido y ubicación concreta, ahonda en el diseño de las mismas, la ejecución artesanal y su puesta en obra.
Como consecuencia, han estudiado desde las huellas dejadas por el artesano en la superficie de las piezas de mármol hasta los trazos incisos que servían de guía para el labrado, pasando por los rebajes, entalles o agujeros de trépano, que servían para su fijación en la pared.
Una completísima investigación científica de la que Atienza se muestra muy orgulloso y que pone sobre la mesa que «este yacimiento va a deparar en el futuro muchas sorpresas».