Pedro Sánchez sigue. Sigue y señala como únicos responsables de la crispación política a la oposición, a los jueces y a los medios de comunicación. No había precedentes de una interrupción voluntaria de las obligaciones como presidente del Gobierno, pero a la vista de su decisión está claro que ha sido una puesta en escena. Un fingimiento amparado en un estado de ánimo que intentó justificar denunciando una supuesta conjura de los políticos de la oposición, los medios y las togas para desacreditar a su esposa, Begoña Gómez, sobre la que gravitan indicios de haber podido incurrir en tráfico de influencias. El caso no ha pasado de la admisión por un juzgado de Madrid de una denuncia presentada contra ella; denuncia sobre la que el juez todavía no se ha pronunciado y que bien podría acabar archivada.
Quien sí se ha pronunciado ha sido el presidente del Gobierno, convirtiendo tan incómoda situación personal en poco menos que un asunto de Estado que le ha llevado a retirarse unos días de la vida pública cancelando toda la agenda oficial tras apuntar que podría renunciar al cargo aduciendo que no podía soportar el peso de esta situación por estar "profundamente enamorado de sus esposas." Tanto en su insólita "carta a la ciudadanía", como en su intervención para anunciar que sigue, emplaza a todo el país a reflexionar acerca del clima de polarización política que padecemos, la "deshumanización" de la política y sobre "el fango que contamina la vida pública".
Parece haber olvidado que él y algunos de sus ministros, también ha contribuido a crear ese clima señalando a familiares de dirigentes políticos del PP: primero al hermano de la presidenta de Madrid, posteriormente a su novio y por último acusando en falso a la esposa de Alberto Núñez Feijóo.
A la vista del desarrollo de los acontecimientos de estos días dejados en suspenso a la espera de que el PSOE, con su Comité Federal a la cabeza, le organizaran un sobreactuado homenaje de ausencia doblado del flete de autocares para acercar a Madrid a varios miles de militantes que se sumaron al coro de peticiones- "¡Pedro quédate¡" para que reconsiderara la posibilidad de dimitir- cosa que no ha hecho- parece claro que hemos asistido a una representación. Una impostura ideada para cambiar el foco de atención del público del asunto que concierne a su esposa y todo ello en puertas de unas elecciones al Parlamento Europeo. Al plantear que hay que "defender la democracia" señala a quienes le critican y a quienes no le votan. Por decirlo en pocas palabras, lo que anuncia la continuidad de Pedro Sánchez es más crispación.