El informe de la UCO que pone al exministro José Luis Ábalos en el centro de una trama de corrupción que operaba desde el Ministerio de Fomento ha abierto una caja de pandora que evidencia las profundas debilidades que arrastra el Gobierno de Pedro Sánchez, acentuando una sensación generalizada de desconfianza, parálisis y desgobierno. El Ejecutivo proyecta una debilidad extrema y al presidente se le percibe contra las cuerdas. Tiene a su mujer imputada, y a su exsecretario de Organización y persona de máxima confianza durante mucho tiempo a punto de imputación en el Supremo. Hace tiempo que también ha perdido el control parlamentario, y esto se hace patente en su incapacidad para legislar con normalidad. Los socios de gobierno, lejos de ofrecer un apoyo sólido, se aprovechan de su posición para lograr concesiones que socavan la lealtad constitucional. La realidad política del presidente ha quedado reducida a una constante necesidad de supervivencia, basada en alianzas frágiles y polémicas que perpetúan un clima de incertidumbre y tensiones territoriales. El malestar dentro del PSOE también es palpable. Su autoridad, ya cuestionada por las luchas internas en el partido, se ve aún más debilitada. Las continuas contradicciones están erosionando gravemente la confianza de afiliados y simpatizantes. El caso Koldo deja al descubierto la principal de todas: ¿cómo puede un partido que usó la corrupción como eje central para desalojar al PP del poder verse ahora envuelto en un escándalo de tal magnitud?.
En este contexto, el PP trata de arrinconar a los socialistas en los tribunales. Habrá a quienes la querella contra el PSOE por financiación ilegal, cohecho y tráfico de influencias les habrá sabido a poco, y entienden que Alberto Núñez Feijóo debe dar un paso adelante y explorar las opciones de una moción de censura. Sin embargo, no es momento para dejarse llevar por las prisas. Hoy por hoy, las cuentas no salen para apretar ese botón rojo. No sería la primera vez, ni la segunda, que una precipitación similar brinda un balón de oxígeno a Sánchez. Eso no quita para que por obligación moral y política deban empezar a explorar esa posibilidad. El silencio de algunos de los socios de Gobierno es tan sonoro e incómodo que invita a ello. Poco pierde Feijóo en tratar de testar cómo de minadas están las relaciones de PNV y Junts con el PSOE o cuánto desgaste sufrirán según avancen las investigaciones, tanto judiciales como periodísticas. Harían bien también los populares en mantener una agenda política y social como la desplegada últimamente. Más que nada para evitar generar expectativas que luego puedan provocar frustración. Principalmente, porque apartar a Sánchez de Moncloa no depende de ellos. La principal incógnita que habría que despejar es si quieren Junts, ERC, Bildu o PNV dejar caer al presidente. Y, conocidos los antecedentes, tiene pinta de que harán lo que les interesa a ellos, no lo que interesa a España. Aunque tengan que taparse la nariz ante un tufo cada vez más hediondo.