El pacto de Proust con el arte contemporáneo

J.Villahizán (SPC)
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El autor de 'En busca del tiempo perdido' persigue desesperadamente la inspiración en obras e imágenes de pintores de su tiempo como Renoir, Whistler, Helleu o Blanche, e indaga en los diseños de Fortuny y Madrazo

El pacto de Proust con el arte contemporáneo - Foto: EFE/EPA/YOAN VALAT

Una novela es como la compleja estructura de una catedral gótica llegó a decir uno de los escritores más influyentes del siglo XX, Marcel Proust (Auteuil, 1871 - París, 1922), un autor que hizo del arte contemporáneo su musa para inspirar grandes obras de la literatura como Los placeres y los días, Jean Santeuil o su inmortal En busca del tiempo perdido. 

Aquellas ideas nunca desaparecen y casi un siglo después de su muerte, el Museo Thyssen presenta una exposición sobre este autor francés y sobre la importancia que tuvo el arte en su carrera.

Las ideas estéticas que este reconocido escritor y filósofo desarrolla en su obra, así como los ambientes artísticos, monumentales y paisajísticos que le rodearon y que recrea en sus libros, son algunos de los aspectos que articulan el recorrido de la muestra Proust y las artes, que puede contemplarse desde el 4 de marzo hasta el 8 de junio.

Para entender a Proust es importante conocer el París en el que vivió, es decir, la cosmopolita y rica capital de la Tercera República, su gran transformación tras las reformas urbanísticas del barón Hausmann, con la aparición de la electricidad, los coches, los espectáculos, los restaurantes y los cafés. Proust estaba fascinado no solo por las artes, sino por esa renovación tan en auge a finales del siglo XIX. La imagen de lo moderno que crearon los pintores impresionistas a través de su representación de las calles y otros ambientes de París están en la base de la estética proustiana: todo ello marcaría su biografía y también sus escritos.

Gusto por la escena

Una de sus primeras obras publicadas, ?Los placeres y los días?(1896), se presenta en la exposición mostrando su temprano gusto por las artes, la música, el teatro y, especialmente, la pintura y sus frecuentes visitas al Museo del Louvre, una pinacoteca que vuelve a estar de actualidad tras la decisión de sus responsables de acometer una profunda transformación, con una nueva monumental entrada y una sala independiente para la Mona Lisa, de Leonardo da Vinci.

Ese interés por la escena continúa en su obra cumbre, la novela En busca del tiempo perdido, publicada en siete partes entre 1913 y 1927. El París de la época, sobre todo el entorno de los Campos Elíseos, el Bois de Boulogne y los palacios de la aristocracia del Faubourg Saint-Germain, o las playas y costas del norte de Francia son algunos de los escenarios en los que se desarrolla la novela y que se reflejaron en cuadros de pintores como Manet, Pissarro, Renoir, Monet, Dufy, Whistler, Helleu o Blanche.

Por otro lado, la importancia del teatro en la obra de Proust tiene su reflejo en la impresionante pintura de Georges Clairin, procedente del museo del Petit Palais de París, representando a Sarah Bernhardt, en la que se basó, entre otras, para crear el personaje de Berma, omnipresente a lo largo de la novela. 

La exposición hace también hincapié en uno de los temas más sobresalientes en la obra de Proust, el de la creación en las últimas décadas del siglo XIX de una nueva y moderna disciplina, la Historia del Arte, en su fascinación por una ciudad como Venecia, a la que viajó en varias ocasiones y en su interés por las catedrales y la arquitectura gótica.

A todo esto se une una faceta poco conocida del autor parisino, como es la llamada conexión textil española a través de las figuras de Mariano Fortuny y Madrazo y Raimundo de Madrazo. Gracias a esa relación, la muestra Proust y las artes incluye algunos trajes y telas diseñados por el primero para mostrar una faceta, la de la moda, imprescindible en el autor francés y que la  exposición pretende resaltar. 

Además de las pinturas y las telas, la exhibición incluye una selección de libros de Proust procedentes de la Biblioteca Nacional de Francia y del Ateneo de Madrid, así como otros préstamos de distintas instituciones naciones e internacionales.

Memoria involuntaria

La obra de Marcel Proust es una especie de reconstrucción de una vida a través de lo que él llamo la memoria involuntaria, un tipo de recuerdo que es traído a la mente de forma circunstancial, como la imagen de un cuadro, el tacto de la tela de un vestido o el característico olor de un postre. Solo así, el autor era capaz de volver al pasado en toda su plenitud, tanto de forma física como afectiva. Incluso llega a comentar, entre otras muchas, la anécdota de la magdalena, ya que solo con ese sabor y olor, Proust era capaz de hacer renacer una época pretérita de su existencia.

El tiempo al que alude el escritor es el tiempo vivido, con todas las digresiones y saltos del recuerdo, por lo que su novela alcanza una estructura laberíntica, como si de un templo gótico se tratara. El más mínimo detalle merece el mismo trato que un acontecimiento clave en la vida del protagonista, porque como él mismo asegura, la literatura comienza donde termina la opacidad de la vida.