Los socialistas cerraron este fin de semana un congreso federal que ha servido para poco más que blindar a su secretario general frente a los ataques externos. Mucho victimismo y casi nada de autocrítica se ha visto en Sevilla durante un cónclave que ha puesto mucho más la mirada en el interior en lugar de hacerlo en los problemas y necesidades de los españoles. En un momento de máxima debilidad, debido a los escándalos políticos y judiciales que afectan al Gobierno y al partido, el líder socialista, Pedro Sánchez, apostó por el continuismo y seguir rodeado de sus fieles, los que conforman el 'núcleo duro' del sanchismo. Algunos dirigentes no se encuentran cómodos con esta estrategia de autodefensa y ausencia de ideas, pero hay muchos otros que consideran que no es momento de hacer experimentos. Gran parte de ellos, claro está, lo hacen en defensa de sus empleos y cargos, en definitiva, de sus salarios.
Aparte de su reafirmación personal, Sánchez, que disfrutó de los aplausos enfervorizados de los delegados socialistas durante unos minutos, se vio respaldado en su intención de eternizarse en el poder, tanto en el partido como en el Gobierno, aunque sobre su continuidad en La Moncloa deberá preguntar a los españoles en las urnas. Todo ello deja la sensación generalizada de que ha sido un cónclave «de trámite» y que la verdadera batalla se librará en los congresos regionales, que se sucederán a partir de ahora en cascada. Será entonces, cuando en los territorios se acometerá un verdadero pulso para dilucidar las cuitas internas entre críticos y afines por hacerse con el poder y recolocarse de cara a los próximos comicios. De momento, hay una espera tensa que se romperá en los próximos meses.
La cita de Sevilla supone a Sánchez ganar tiempo para intentar reforzar su control sobre algunas federaciones que no han aplaudido sin pestañear todas las decisiones del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Aragón, Madrid, Castilla y León, Extremadura y Andalucía son los territorios donde casi estará garantizada una lucha fratricida siempre que alguien aguante la presión de enfrentarse a toda la maquinaria de Ferraz. Lobato ya ha caído en ese intento y puede que haya alguno más que renuncie a dar la batalla. El caso contrario será Castilla-La Mancha, donde no hay discusión y no habrá pulso contra Emiliano GarcíaPage, a pesar de ser un dirigente crítico con las decisiones del Gobierno.
Sánchez ha puesto su objetivo en conquistar poder territorial, no solo interno, en las próximas elecciones que se celebrarán de aquí a 2027, pero los socialistas tienen muy complicado defender en cada autonomía muchas de las medidas aprobadas desde el Palacio de La Moncloa durante esta legislatura, ya que benefician a unos pocos españoles, principalmente vascos y catalanes, en detrimento del resto de los ciudadanos. El panorama se presenta complicado, por mucho blindaje que proteja a Sánchez.