Del descubrimiento de América a la época de la Edad Media que acabó plasmada en el Cantar del Mío Cid. Antonio Pérez Henares sigue recorriendo la Historia de España a través de unas novelas que son sinónimo de éxito en las librerías. En esta ocasión, le da voz a los juglares, personajes que siempre le han fascinado.
Le he oído decir que un autor «nunca está satisfecho», pero que esta vez, con 'El Juglar' está cargado «de esperanza y de ilusión». ¿Por qué?
Es algo emocional, pero yo siento que he hecho una buena novela. Es una novela de la que me siento bastante contento. No sé si es la mejor de todas mis novelas, pero sí que la situó entre las que me he sentido mejor al escribir. Es que esta vez es una novela novela. El paisaje histórico ahí está y hay aportaciones históricas muy importantes, creo, pero sí es cierto que he cuajado una novela como siempre había soñado. Siempre había querido escribir una novela de juglares.
¿Y por qué esa fascinación por los juglares?
Porque son personajes verdaderamente fascinantes.
¿Tienen algo de periodistas aquellos juglares?
Algo de eso hay. El juglar era, desde luego, el cronista de la época, el que lleva las noticias de un sitio a otro. Y era transversal porque estaba tanto en las ferias o en las plazas de los pueblos como en los palacios y en las bodas de los reyes. Es, por tanto, un personaje que es muy atractivo desde el punto de vista literario porque te permite ser el ojo que ve todo, la voz que lo cuenta y los oídos que lo recogen. Pero es mucho más, porque resulta que algunos de esos juglares son los primeros genios de la Literatura española. Por ejemplo, el o los del Cantar de Mío Cid son los que ponen la primera piedra de nuestra literatura. Porque de verdad creo que el Cantar de Mío Cid desde el punto de vista literario, de creación literaria, es mucho mejor que otros cantares de gesta como La Chanson de Roland o el Cantar de los nibelungos… ¿Qué le tiene que envidiar Mío Cid a La Ilíada? Nada.
Son textos, además, que se siguen leyendo actualmente…
Están metidos en nosotros. Tú vas a determinados sitios y recitas el Romance de la loba parda, que es del siglo XII o XIII, y hay un montón de gente que se lo sabe, a pesar de que la España rural ha sufrido una gran transformación. Fíjate que potencia lírica hay en esos romances que siguen estando vivos. Y ya me contarás que ha pasado con muchísima poesía que ha habido después… Pero es que los juglares tienen una fuerza enorme. Y el juglar español, además, sale muy profundamente del pueblo.
¿Su intención es contar la Historia aprovechando la novela o narrar una novela aprovechando la Historia de España?
Las dos cosas.
¿Cómo surge la necesidad de contar esa parte de la historia no tan bélica donde había vida, diversión, luz, color…?
Estoy harto de lo siniestro que ponemos siempre a la Historia de España en general y al Medievo en particular. Parece que en el Medievo siempre estaba nevando y todo estaba lleno de barro. Y da la casualidad de que el Medievo fue el período más cálido que hubo en el período interglaciar. Allá por esos siglos en Londres había viñedos y Groenlandia era verde, por ejemplo. Por otro lado, el nivel de comodidades es cierto que era ínfimo tanto para los reyes como para la gente de a pie, con altísimas tasas de mortalidad, además. Pero también fue un tiempo luminoso. Era un mundo de color, como se puede ver en la misma ropa que utilizaban los propios juglares y todos aquellos que los acompañaban, como saltimbanquis o malabaristas. Pero, además, en ese mundo sorprende ver toda una serie de libertades de expresión, de acción, sexuales… Cuidadito a ver si hoy alguno de los romances de entonces no llegaba esta neoinquisición progregrática y lo fulminaba. Yo creo que muchos.
¿Eran felices?
¿El nivel de bienestar social iba acompañado del nivel de felicidad? Yo he visto gente muy pobre que era muy feliz, aunque he visto siempre más felices a los ricos. Para qué nos vamos a engañar (ríe). Sin embargo, es verdad que a veces el hecho de tener todas nuestras necesidades cubiertas hace que no valoremos cuando estamos viviendo bien y que hayamos perdido, por ejemplo, la capacidad de trabajo, de esfuerzo, de valorar las cosas que tenemos… Creo que las generaciones anteriores en España valoraban mucho más lo que tenían y lo que conseguían.
¿Cómo se logra transmitir los olores, los sonidos o los colores de una época tan lejana?
¡Y lo que nos gusta esa época ahora! Si te fijas ahora mismo no hay pueblo o ciudad que en cuanto pueda se disfrace de aquella época.
¿Y por qué ocurre eso?
Yo creo que cuanto más intentan borrar o cancelar nuestra Historia, la gente más responde desde su emoción, desde su sensación de pertenencia. Y les da con eso en toda la cara a aquellos que quieren borrar nuestra Historia y que, además, nos avergoncemos de nuestros pasados.
¿Cuánto se tarda en preparar una novela como El Juglar?
Yo la llevaba preparando media vida (ríe). He escrito mucho de la Edad Media: La tierra de Álvar Fáñez, El rey pequeño, Tierra Vieja… Es uno de mis paisajes históricos favoritos, quizá por donde he nacido, que lo tengo todo al lado. Es un momento de la Historia que me apasiona particularmente porque mucho de lo que somos actualmente nació allí. Nacimos al resguardo de esos castillos, entramos a rezar a esas iglesias, y vimos alzarse esas catedrales. Eso está en nuestro subconsciente, pero está también en nuestra propia sensación de pertenencia. ¿Qué es en el fondo la patria? Es la sensación de pertenencia a algo, la sensación de que eres parte de una cultura común que comparte elementos como la lengua, la literatura, los monumentos, las pinturas, hasta los paisajes o el propio territorio. Todo eso nos hace sentirnos parte de algo.
Esa sensación de pertenencia, ¿es en cierta manera una idea de España como país, aunque ahora se nieguen hasta sus orígenes?
Estamos en manos de ignorantes de tal calibre... y que encima se las dan de intelectuales. El concepto de España es más viejo posiblemente que Roma incluso. Se habla de que es posible que la expresión Hispania viniera del fenicio. Lo que es cierto es que el término Hispania está acuñado ya en la lengua de los romanos. Cuando se produce la invasión musulmana, ese concepto está tan arraigado que aunque se quiera hablar de Al Andalus, el propio califa Abderramán III firmaba documentos como Rex Hispanorum. En el propio Cantar de Mío Cid aparece repetidamente la palabra España. Y antes ya ha aparecido también en los escritos de los reyes astures… Y, sin embargo, ahora el intento es negar la existencia de cosas, como la batalla de Covadonga, por ejemplo, que sale en las crónicas musulmanas incluso. Si seguimos con lo de España, basta leer la oda que abre La Crónica General de España, titulada así, de Alfonso X El Sabio. Estoy hablando del año 1270, siglo XIII. Una época, además, en la que Toledo se está convirtiendo en la luz de Europa. El conocimiento grecorromano, el latino, el musulmán y el hebreo se compendia en Toledo y se traduce al latín, pero también al español, que es la primera lengua que recoge todo ese saber universal. Pero no sabemos poner eso en valor, es más, le echamos fango encima.
¿Qué consecuencias puede tener para la España actual ese vivir de espaldas a su pasado?
Para mí, siendo como soy un hombre que proviene de la izquierda, es inaudito lo que ocurre. Parece que les quema el nombre de España en la boca e intentan destruir todo lo que signifique cimentar, vertebrar o amalgamar de alguna manera todo lo que nos une, empezando por la lengua. A lo que fue el momento más trascendental para la Historia, el descubrimiento de América, lo insultamos de manera continua, como si no hubiera habido imperios antes o después, como si no hubiera habido peores imperios…
Pero somos nosotros los que cargamos con la leyenda negra y no somos capaces de 'venderlo'. Igual que ocurre con El Cid, que de haber nacido en otro país…
Habría que hacer una gran película del Cid, como la de Anthony Mann. Ya sé que no podrá estar Sofía Loren (ríe). Bueno ni Charlton Heston (ríe). De hecho, el otro día me dijeron que si te fijas en la película, Charlton Heston va envejeciendo a lo largo de la película, pero Sofía Loren, no (risas). A mí lo que me quema el alma de verdad es que en estos momentos gran parte de esa izquierda, abducida por la extrema izquierda más delirante que odia con una profundidad tremenda, pretenda que nuestra historia y nuestra memoria se ciña desde el advenimiento de la República hasta su final y, como mucho, a la represión franquista. Todo lo demás hay que tratarlo como un delito. Entiendo que lo hagan los separatistas, pero no entiendo que lo haga una izquierda que siempre tuvo y llevó la palabra España por encima de todo. Solo tienen que leer a Miguel Hernández, a Antonio Machado o cualquiera de nuestros grandes autores. Esto de ahora es nuevo. Es una banda de ignorantes y de sectarios que realmente lo único que parece es que tiene un odio salido de no sé quién… ¿A quién odian, a sus abuelos? Pero si esos abuelos, los nuestros, los que hicieron la Guerra, no nos transmitieron ese odio. Y mi generación tampoco. Esto es nuevo.
¿Tiene culpables esta situación?
Sí y yo les señalo, no me voy a callar. El iniciador de todo esto se llama José Luis Rodríguez Zapatero, que es el hombre que más daño ha causado a nuestra nación y a nuestra convivencia. Él abrió la espita del odio que ahora ya abre a raudales Pedro Sánchez aliándose con todos los que están en ese odio.
Volviendo a la novela. ¿Con quién se queda con El Cid o con Álvar Fáñez?
Te respondo como responde El Cantar de Almería que dice que si se le preguntase a Rodrigo quién es el mejor diría que Minaya (Fáñez) y si se le hubiera preguntado a Minaya quién era el mejor diría que Rodrigo. Entrar nosotros en algo que ellos llevaban de una manera tan hermanada sería insultar la memoria de ambos.
Y es fundamental, también, el peso de las mujeres en El Juglar.
Tienen más peso que en otras novelas. Muchísimo más. He querido hacerlo porque era absolutamente necesario para la historia. Las mujeres tenían ya otra importancia en ese momento histórico.
Siempre aparece un perro en las novelas…
Mira, el otro día viví una cosa muy emocionante. Estuve en mi pueblo, en Bujalaro. Íbamos a hacer un recorrido por lugares históricos, pero con las lluvias era imposible. Así que solo pude dar una conferencia en la escuela del pueblo, la escuela en la que yo aprendí a leer y escribir. Allí me acompañaba siempre mi mastín, que solía esperarme también a la salida. Yo apenas tenía cinco años. Por eso en las novelas, y en esta misma, aparece un perro.