Y el gigante despertó

Antonio Herraiz
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Asumió la gerencia del Club Deportivo Guadalajara al comienzo del concurso de acreedores. La viabilidad del equipo era mínima y consiguieron salir del pozo. Siete años después, el equipo acaricia el ascenso a Primera RFEF

Y el gigante despertó - Foto: Javier Pozo

Cuando Carlos Ávila (Guadalajara, 1981) llegó a la gerencia del Dépor, el equipo de fútbol con más historia de la ciudad agonizaba. No es ningún tópico: enfilaba rumbo al matadero de la desaparición. Era febrero de 2018 y un mes antes el club había entrado en concurso de acreedores. El descenso administrativo ejecutado cuatro temporadas atrás y la nefasta gestión económica de Germán Retuerta habían enterrado los días de vino y rosas con el ascenso en Las Palmas y el delirio de Anduva. Fue tan corto el amor que se presagiaba un largo olvido. Decenas de padres de la cantera se sentían -y con razón- estafados y la lista de acreedores rozaba el centenar: futbolistas, entrenadores, empresarios -sólo a Autocares Marín y al jugador Riki les debían más de 100.000 euros a cada uno- y Hacienda y la Seguridad Social amenazaban, con la ley en la mano, con no perdonar ni un céntimo. La deuda total rozaba los cuatro millones de euros. ¡Y en la quinta categoría del fútbol español peleando por no descender a la sexta!

En este contexto poco alentador, dentro del concurso de acreedores forzoso, la administración concursal y la magistrada del proceso designan a Carlos Ávila como gerente del Dépor. La tarea era directa: liquidar el club ejerciendo de bombero. Bastantes pirómanos había alrededor. «Necesitaban a alguien que fuera de Guadalajara, que conociera la realidad de la provincia y que tuviera experiencia en levantar empresas». No había gestionado jamás un club deportivo, pero desde que cumplió la mayoría de edad ha compartido negocios vinculados al sector de la hostelería. Desde la discoteca Puzzle al pub Gallery, en la avenida Castilla, pasando por Drops, cervecería La Antigua, La Botellita o el restaurante del campo de golf de Cabanillas. Cuando le llamaron, estaba dedicado a una empresa de distribución farmacéutica. «Viajaba mucho y necesitaba más tiempo para estar con la familia, porque acababa de morir mi padre. Por esa razón asumí el reto». De la mano de los administradores concursales, los abogados Javier Martínez Atienza y Pedro Martín Molina, comienza su vinculación con el Club Deportivo Guadalajara. Tenían más probabilidades de liquidarlo en seis meses que de salvarlo. Se obró la proeza y ocurrió lo segundo, casi un milagro. El resto forma parte de la historia del equipo: «Con nosotros jugaba Lautaro Ruiz Laucha. Llevaba meses sin cobrar y, por tanto, sin poder atender sus necesidades básicas. Hizo una llamada de supervivencia a su familia y el padre se presentó en España. Es en ese primer viaje cuando un loco llegado desde más de 10.000 kilómetros de distancia vio la viabilidad del club». Ese argentino de Exaltación de la Cruz, en la provincia de Buenos Aires, es Néstor Ruiz -bendito loco- y fue quien propuso a Carlos Ávila continuar con el proyecto. «Si tú sigues, yo me quedo con el equipo». 

El concurso finalizó en febrero de 2021 y en ese momento la nueva propiedad le volvió a designar como presidente del Consejo de Administración. Aunque la situación económica seguía siendo muy delicada, su prioridad era otra. «Néstor siempre ha dicho que el Club Deportivo Guadalajara era un gigante dormido y yo, entonces, con la visión de alguien de aquí, le matizaba que era un gigante apaleado». Había que curarle y cuidar una masa social que había experimentado una desafección de difícil retorno. Es cuando vuelve a ponerse el foco en el aficionado. «Nuestro proyecto siempre ha sido a medio plazo. Somos una capital de provincia con un equipo que ahora mismo supera los 3.000 socios y cerca de 700 chavales en la cantera. Como el techo social del club está mucho más alto, el objetivo principal es sembrar para recoger en el futuro». Desde que está al frente del equipo, ha puesto a funcionar una excelente campaña de marketing, con visitas a los colegios, con el reconocimiento a los socios y peñas y con campañas para seguir captando abonados. «Llegará el día que yo me vaya. Espero que sea muy tarde, pero puede ser mañana mismo. Lo que tengo claro es que el trabajo que se ha hecho no será en balde y llegará el momento en el que bajen 12 ó 15.000 aficionados a ver al Dépor. Estoy seguro». En lo deportivo, viven un momento dulce y se acaricia el ascenso, con los mejores números de toda la historia del club y de la categoría. «Eso sólo es posible gracias a un equipo espectacular. Dentro del campo y en el banquillo es evidente y en los despachos, lo mismo. El éxito es rodearte de buenos profesionales y de buenas personas. Nosotros tenemos a los mejores: desde el director deportivo, el secretario técnico, el gerente, la jefa de administración, hasta los delegados, el coordinador de canteras o el director de comunicación». 

Carlos me cuenta que su familia vive con la misma pasión que él la evolución del equipo. «Mi hijo mayor, Alonso, tiene cuatro años y se sabe los nombres de toda la plantilla. Al terminar los partidos, corre para saludar al capitán, Ablanque, y eso le convierte en el niño más feliz del mundo». Carlos Ávila quiere muchos más Alonsos y trabaja para conseguir que toda una generación de chavales sea del Deportivo Guadalajara, presumiendo de los valores y de los colores del equipo y de la ciudad allá por donde vayan.