Pareja es hoy muy conocido por su azud. Sin embargo, el misterioso fenómeno de la brujería en la localidad sigue vigente en el siglo XXI. Para algunos, fue algo real; para otros, una leyenda, pero lo cierto es que hay documentación escrita que vincula estas prácticas mágicas o supersticiosas con la Alcarria, y más concretamente con esta villa.
Existen documentos históricos y libros que dejan constancia de los procesos que la Inquisición llevó a cabo en este pequeño municipio en el siglo XVI. Recientemente, Javier Fernández Ortea lo refleja también en su obra Alcarria bruja. Historia de la hechicería en Guadalajara y los procesos de la villa de Pareja. De esta forma, este pequeño municipio ribereño se suma a localidades como Trasmoz, en Zaragoza; Zugarramurdi, en Navarra; Soportújar, en Granada, o San Salvador de Coiro, en Galicia. Todos ellos son municipios de España donde la huella de la brujería está presente a través de su cultura y su folklore, y donde hoy conforma un atractivo turístico de primer orden que muchos ya han sabido explorar.
En Pareja también se apuesta por ello. Cuenta la leyenda que en el primer tercio del siglo XVI, la extraña muerte de varios niños de la comarca desató la ira de la población contra algunas mujeres del pueblo que, por su comportamiento, levantaban sospechas. Así lo recogen Víctor Manuel Ricote y Marcos Antonio González en su libro sobre Historia de la Villa de Pareja.
Este hecho se denunció ante el Tribunal de la Inquisición. Unas acusaciones que se centraron en Juana la Morillas, y más tarde en Francisca la Ansarona. Esta última, acusada de encontrarse con diablos.
Juana estaba casada con el agricultor Pedro Morillas, y fue encarcelada en la fortaleza del municipio por brujería. Las concentraciones ante el presidio fueron tan constantes que, una mañana, apareció muerta a los pies de esta torre. Parece que el repudio y la desesperación pudieron con ella y se suicidó. Así consta en el libro de Ricote y González, donde también se recoge que Francisca la Ansarona. amiga de la Morillas, reconoció sin decoro alguno haber ejercido como bruja y celebrado reuniones en su casa, en la calle de la Mediavilla. También admitió que en el transcurso de estos encuentros había salido volando.
El documento del proceso contra ella dice literal: «iban altas del pueblo hasta dos palmos en el aire». No obstante, Ricote y González insinúan que los vuelos los realizaban «bajo un estado alterado de su conciencia» por ir «algo tontas, algo turbado el sentido».
Fueron numerosos los casos investigados por la Inquisición vinculados con la brujería, la mayoría, acusaciones por palabras que se veían «escandalosas».
Espacios y escenarios, o nombres que aparecen en la documentación histórica de los procesos perduran 500 años después como las calles de Mediavilla, de la Fuente del Oro, el cerro Brujo o el torreón medieval. Precisamente, este emblemático lugar se encuentra rehabilitado como espacio museístico y cuenta con un amplio contenido divulgativo e histórico del proceso inquisitorial de Pareja, convirtiéndose en el Museo de las Brujas.
Hoy, los más mayores de Pareja aún recuerdan algo por sus abuelos y tatarabuelos, no así los jóvenes. Pero, lo cierto es que para esta villa, la vinculación con las brujas supone también un recurso turístico más que aprovechan y quieren seguir potenciando como reclamo.
Las historiadoras María y Laura Lara también tienen varios libros sobre brujería. Un fenómeno que ella atribuyen en parte a las alucionaciones que producía en estas mujeres la ingesta en demasía de plantas como la adormidera. No obstante, las historiadoras recordaban tiempo atrás a La Tribuna que Guadalajara revela las mismas contradicciones que se daban en el resto de la España imperial, donde muchas veces pagaban justos por pecadores.