Avisan a golpe de claxon de su llegada. La puntualidad suele ser una de sus virtudes. Gracias a la labor de gente como Irene, Nerea, José, Javier o David, entre otros muchos, la escasa población que queda en muchos de los pequeños municipios de la Guadalajara despoblada, en su mayoría de edad avanzada, puede permanecer en su hogar.
Se trata de la venta ambulante. Gracias a estas tiendas sobre ruedas, al menos uno o dos días a la semana, los escasos vecinos que quedan en muchos de estos rincones de la provincia reciben pan del día, fruta y verdura fresca, congelados, u otros servicios de primera necesidad. En muchas ocasiones, el contacto con el tendero itinerante es el único que mantienen en la seman, convirtiéndose en su confidente, e incluso en su psicólogo.
La venta ambulante en los pueblos, un servicio esencial que se tambalea - Foto: Javier PozoPara los pocos vecinos que quedan en algunos de estos municipios, así como para sus alcaldes, los vendedores ambulantes son el alma que mantiene los pueblos con vida. Imprescindibles donde ya no queda ninguna tienda física.
Sea verano o invierno, haga un calor sofocante, llueve o nieve, recorren miles de kilómetros al año para llegar a cada recodo de la provincia. No es un negocio con el que se vayan a hacer ricos, pero si es un recurso esencial en la lucha contra la despoblación.
Las hermanas Irene y Rebeca Gómez, desde su negocio de panadería y bollería artesana Gustos de antes dan servicio hace ya seis años a una docena de municipios, la mayoría pedanías de Sigüenza. «En invierno no merece la pena porque hay cuatro gatos, pero en verano si compensa», afirma Irene. Ella no suele hacer el reparto. Se encarga su sobrina Nerea, pero reconoce que «los mayores son muy agradecidos».
La venta ambulante en los pueblos, un servicio esencial que se tambalea - Foto: Javier PozoCon el trabajo que supone y la escasa rentabilidad, algunas veces se han replanteado seguir yendo. Sin embargo, continúan otro invierno más para no dejar sin servicio a la gente mayor. Saben que cuando ellas «cuelguen las riendas», no se encontrarán a nadie que vaya con el pan porque tampoco hay relevo generacional que asuma este trabajo, remarca Irene.
Un problema al que se une la falta de ayudas específicas que hagan asumible el servicio y la competencia de las grandes superficies y de las plataformas, hechos que están contribuyendo a que esta venta se tambalee, y a que si no se apoya más, sea otro hándicap que contribuya a la despoblación progresiva de muchas pequeñas localidades.
Todavía es invierno y eso se nota en la Sierra Norte. Nerea carga pronto la furgoneta. Martes y sábados sale con género a recorrer una docena de pueblos en los que apenas queda gente. Madruga bastante. Hace una media de 100 kilómetros al día. En sábado, las ventas suelen compensar más porque hay más gente, pero en martes apenas cubren gastos.
La Tribuna de Guadalajara se trasladó con ella uno de estos días a una de esas pequeñas localidades de su ruta: Carabias. Nerea venía de parar previamente en Castejón, Baides, Riosalido, Pozancos y Ures. Esta jornada le falló un pastor y se trajo una decena de barras de las 80 que llevaba en la furgoneta para el reparto. Le gusta su trabajo y tratar con la gente. «Muchos, cuando vienen a comprar, te cuentan chascarrillos y siempre procuran adquirir algo más de pan o bollería para que te valga la pena el viaje», señala agradecida.
A su llegada a Carabias, toca el claxon. Acuden a la Plaza de la Iglesia los pocos vecinos que quedan. Estaban todos. Cuando echa de menos a alguno, Nerea se acerca hasta su casa por si no la han oído o ha pasado algo. Además del pan, los bizcocho de soletilla, pastas de almendras, magdalenas o rosquillas son productos muy demandados.
Eusebio, Alfredo y Ángel son clientes fijos. A Eusebio, a sus 81 años le gusta la tranquilidad del municipio y agradece que «esta muchacha» vaya a llevarles la hogaza o barra. «Tenían que darles una ayuda o un premio pues casi no sacan ni para pagar el gasoil», afirma por su parte Ángel, ganadero.
En su caso, no quiere irse de su pueblo, aunque teme que le van a obligar a marcharse a Sigüenza, donde dispone de un mínimo de servicios. «He nacido aquí y quisiera morirme aquí, pero si no hay servicios, me tendré que ir», manifiesta.
Juan y Antonio, del hotel Cardamomo, también son clientes fijos. Viven bien de su negocio, pero demandan más y mejores servicios, incluyendo la cobertura móvil.
Hace no tanto, a Carabias iba también el frutero, pero tras jubilarse el de Atienza, solo va uno en verano, que es cuando hay gente. El camión de los congelados acude ahora ya cada quince días.
David Gil llegó hace unos años a Arbancón con su mujer buscando una nueva vida. Hoy, además de regentar la Despensa de Arbancón, se traslada también con su minitienda sobre ruedas a municipios de la Sierra donde reparte tanto fruta como verduras, pescado fresco que trae de Mercamadrid y todo tipo de útiles. Sale todos los días de la semana a unos u otros municipios como son Beleña, Montarrón, Carrascosa, Muriel, Campillo de Ranas, Majaelrayo o Palancares. En el furgón de David se puede encontrar todo lo que uno necesite. Gracias a una subvención de Adel Sierra Norte tiene una nueva furgoneta nueva.
Hace apenas unos días le tuvieron que remolcar debido a la nevada, pero le llena «muchísimo» su trabajo y asegura que la gente es «muy agradecida». Ha creado varias grupos de WhatsApp que diferencia por pueblos y eso le facilita enormente el trabajo. El día de antes de marchar a cada municipio, los vecinos ya se han puesto en contacto con él para ralizarle los pedios. Incluso algunos de los más mayores se han hecho más tecnológicos.
También Javier, de Servidona S.L., lleva la ruta de Campillo de Ranas y El Espinar. Va los martes con congelados. Suele hacer más de 200 kilómetros al día. «Mayor que se muere, casa que se cierra», apunta mientras reconoce que el cariño que recibe de la gente le compensa .«A veces me ha tocado colgar unas cortinas y cambiar bombonas de butano», subraya riendo.
A José Aranda la venta itinerante de calzado en su camión no le va demasiado bien ahora. Va a Cogolludo, Uceda o Yunquera, municipios de mayor tamaño, pero lleva tiempo notando y lamentando que «ya no se vende como antes. «Solo te compran las personas mayores que no pueden desplazarse», relata disgustado. «Se está perdiendo la cultura de mercado», añade José, quien lo que atribuye, en parte, al cambio de hábitos de los jóvenes y al inevitable hecho de que cada vez va quedando menos población en los pueblos.
Yesto preocupa a muchos de sus alcaldes, que ven que cada vez resulta más difícil mantener servicios esenciales como estos.
Para el regidor de Campillo de Ranas, Francisco Maroto, está claro que se necesita un «sacrificio solidario» si realmente se quiere que los pueblos sigan con vida. «Habría que subvencionar a la gente que vive en ellos», declara completamente convencido de lo que dice. Conoce bien de cerca la situación y ve complicada la supervencia de muchos de estos municipios sin más a¡poyos.
Por su parte, desde el Gobierno regional hay medidas frente a la despoblación, pero no específicas para atajar este problema. Jesús Alique, comisionado de Reto Demográfico, destaca «la gran apuesta» por el transporte sensible a la demanda para tratar de garantizar la accesibilidad a bienes y servicios a todos los vecinos que viven en zonas afectadas por la despoblación. Sin embargo, son muchos los reclaman otro tipo de subvenciones añadidas.
Alique precisa que el servicio está siendo un éxito en la Sierra Norte. Son muchas las personas que lo utilizan para ir a comprar a pueblos más grandes, al médico o acercarse a un mercadillo. Además, el comisionado avanza a La Tribuna que también están valorando la posibilidad, si la normativa lo permite y hay encaje legal, de que este transporte se pueda utilizar, no solo para llevar viajeros sino para acercar servicios básicos alimentarios a la persona, algo que, sin duda, sería muy bien valorado en estas zonas.
Al margen, desde la Junta de Castilla-La Mancha también se trabaja ya en una ley de comercio ambulante para profesionales del sector con el fin de «apoyar todas las soluciones innovadoras itinerantes de economía social que aseguren la comercialización y el suministro de productos a la población y eviten desplazamientos».
Ayudas específicas.
Según nos trasladan fuentes del Gobierno regional, en la actualidad hay pocos e imprecisos datos sobre la venta ambulante en Guadalajara. Tampoco existen ayudas específicas para este sector a nivel regional. No obstante, si las hay para el comercio minorista, es decir, para los negocios que tienen tienda física a la par que van a vender a los pueblos.
Por lo que respecta a la Diputación Provincial, no existe tampoco una línea específica de ayudas a las que acogerse para la venta itinerante pero si tienen una convocatoria de subvenciones para el mantenimiento de la estructura comercial en los pueblos así como para inversiones en maquinaria.
Así las cosas, las previsiones para la gente que queda en estos pueblos son poco halagüeñas. No hay una sino muchas razones que hacen prever a sus alcaldes y a los propios vecinos que mantener la población con este servicio tiene los días contados.