Hay pocos sectores tan martirizados y humillados como el sector agrícola ganadero en España. Cuando yo tenía 17 años la cebada valía lo mismo que vale ahora, y los abonos y el gasoil la décima parte. El campo tenía una gran consideración por parte de los políticos.
Concentraciones parcelarias, pantanos, conversión de secano en regadío, acueductos, trasvases … No era necesario preguntarle a nadie lo que podría ser políticamente correcto o no. Las regiones de entonces, luego convertidas en autonomías jamás protestaban si había que mandar el agua de un sitio a otro.
En Madrid se hacía la feria del campo que se replicaba en Oviedo y en otras ciudades de España buscando mejores ejemplares de ganadería que eran subvencionados por el Estado para mejorar las razas que quedaron después de tantos años de miseria.
El campo no es que estuviera apoyado por la política, es que la política miraba al campo como una solución a nuestra pobre economía.
Luego empezaron las importaciones de trigo y maíz a lo bestia, arruinando a muchos agricultores que habían invertido en pivot, empezaron a subir los carburantes, y para conseguir subvenciones había que meterse en un lio burocrático que parecía un sudoku. Mientras a las grandes industrias se les perdona contaminar, a los agricultores se les pone todo tipo de trabas con los fertilizantes, semillas, etc.
Los impuestos al gasoil, la subida de los fertilizantes, la prohibición de muchos pesticidas que no se exigían a nuestros países competidores, la demolición de los pantanos por los ecologistas de salón y el egoísmo de los políticos autonómicos que impidieron el trasvase del Ebro, han ido destruyendo la economía agraria y ganadera.
Los regadíos y los invernaderos, los olivos y los pistachos en espaldera, y otros inventos demuestran que el campo se puede recuperar si no la jod… los políticos.
La presión ha ido aumentando, y mientras que vemos que las industrias protagonizaban grandes manifestaciones en defensa de sus intereses, el campo estaba callado porque no había agrupaciones ni sindicatos que pudieran presionar a la Administración.
Ha llegado un momento límite, y quizá al ver cómo los franceses defendían sus productos parando los camiones españoles y tirando la fruta, se ha contagiado el resto del campo y se ha puesto por fin de pie a un sector vilipendiado y abandonado de nuestra sociedad. Las grandes empresas de distribución han estado imponiendo sus precios mientras que la ley que trataba de impedirlo nunca se aplicaba.
Nuestros políticos no nos defienden en Europa, es más con la agenda 2030 se quieren impedir los regadíos, se importan productos de países terceros a precios más baratos porque su mano de obra es más barata y porque no tiene la limitación fitosanitaria que imponemos a nuestros agricultores y ganaderos, y se subvenciona el abandono de la agricultura. Mal vamos.
Los sindicatos agrarios no pueden tener nunca la fuerza de los sindicatos de la industria y otros sectores, porque su mundo está diseminado en pequeñas explotaciones. Pero gracias a las redes sociales el campo está despertando, y la gente común se ha sensibilizado y los apoya, solo nos falta el apoyo de quienes tienen que tomar medidas, los políticos, embelesados en tonterías como en pedir un examen para tener un perro y ridiculeces por el estilo, en vez de ocuparse de los verdaderos problemas de la gente.