Enclavada en el valle del río Jarama, a orillas del arroyo de Palancares, entre barrancos y montañas de deslumbrante grandiosidad, se esconde una pequeña maravilla llamada Valdesotos. Se trata de un pueblo recogido con una cuidada estética de características muy similares a la de los cercanos municipios de la famosa ruta de la Arquitectura Negra.
La serpenteante carretera de acceso, la GU-195, desemboca en una de las vías principales del municipio, la calle Los Nogales, que se encuentra cerrada al tráfico mediante una barrera automática. Una pequeña explanada acondicionada a modo de parking invita al visitante a estacionar allí su vehículo. El motivo de este control no es otro que la masiva afluencia de gente que se produce en el municipio durante los meses estivales atraídos por El Chorro, la poza natural por la que Valdesotos se ha hecho popular dentro y fuera de las fronteras provinciales.
La calle Los Nogales también acoge un agradable rincón con barbacoas, el principal punto de las celebraciones gastronómicas vecinales, y las pistas deportivas que hacen las delicias de los numerosos niños que llenan la localidad durante los fines de semana y, sobre todo, cuando se acerca el buen tiempo. Esta misma calle desemboca en el edificio del Ayuntamiento cuya planta baja acoge un bar de concesión municipal, el único establecimiento público que se mantiene abierto en la localidad. Desde aquí, se accede al interior del casco urbano para conocer sus rincones más singulares. Enseguida aparece la coqueta Plaza Mayor presidida por una bonita fuente de pizarra negra. La siguiente parada de interés es la iglesia parroquial de Santa Catalina. De su origen románico conserva la traza y ciertos detalles, mientras que el resto es del siglo XVI. La mitad del edificio fue derribado durante la Guerra Civil y fue reconstruida posteriormente.
Pero, sin duda, uno de los detalles que más llama la atención de este pueblo serrano son los cuidados jardines y parterres que embellecen sus calles y estancias públicas. Tinajas, antiguas colmenas, muros de pizarra y flores de temporada son los elementos que le aportan un ambiente agradable y singular.
Valdesotos es uno de los pueblos ribereños del pantano del Vado cuyas aguas fueron asignadas al suministro de Madrid a partir del año 1960, fecha en la que se puso en servicio el canal del Jarama como parte del Canal de Isabel II. Precisamente, las tuberías de esta infraestructura hidráulica atraviesan el término municipal de esta localidad salvando uno de sus grandes barrancos mediante un sifón. De hecho, la almenara de entrada ofrece unas vistas espectaculares. Las obras del pantano del Vado fueron una importante fuente de empleo e ingresos para pueblos cercanos como Valdesotos. Décadas después, la instalación de la empresa Tecnivial en el municipio –que posteriormente amplió su negocio a Marchamalo– fue vital para el mantenimiento de varias familias. Por desgracia, esta factoría cerró sus instalaciones en Valdesotos hace tiempo y, hoy, es uno más de los pequeños pueblos de la provincia afectados por la despoblación. Su precioso entorno natural lo convierten en punto de partida y paso de distintas rutas de senderismo.