Dos meses. Apenas ocho partidos. Solo 'eso' ha sucedido desde aquel 26 de octubre en el que el Real Madrid perdió LaLiga. Eso decían después del doblete de Lewandowski más los goles solitarios de Yamal y Raphinha en el Santiago Bernabéu: el 0-4 dinamitó el campeonato, el Barça (que acababa de triturar al Bayern en Champions con un 4-1) volvía a ser el máximo favorito, la 'revolución Flick' había llegado y el Madrid era ese equipo que había «perdido el apetito» después del soberano doblete de la 23/24. Las sensaciones fueron aún peores una semana después, cuando la tragedia de Valencia aplazó el partido que el Madrid debía jugar en Mestalla y el vistazo a la clasificación decía que el Barcelona (que ganaba al Espanyol y alcanzaba 11 victorias) comandaba la tabla con 33 puntos, nueve más que el Real Madrid y 10 más que el Atlético. ¿Había campeón? Casi uno de cada dos encuestados apostaba por el sí…
Sin embargo, esos dos meses posteriores y los apenas ocho partidos han sellado la voltereta. Quizás haya más demérito de los culés que mérito de sus entonces perseguidores… pero Ancelotti 'sabía algo'. El italiano va deslizando frases de optimismo contenido desde los dos primeros 'sopapos' azulgrana (1-0 en Anoeta, 2-2 en Balaídos, jornadas 13ª y 14ª). «Hay un problema de confianza en el juego, pero todo terminará saliendo bien», decía el italiano tras enlazar tres triunfos consecutivos mientras el Barça confirmaba el inicio de su crisis perdiendo por 1-2 contra Las Palmas.
Bellingham
En el proceso, las ausencias puntuales de Vinícius y Mbappé le han venido de perlas a 'Carletto'. El principal quebradero de cabeza táctico del curso ha sido la 'cohabitación' de ambos genios sobre el césped. Dos de los mejores tres o cuatro futbolistas del planeta cuyo hábitat es el mismo: la banda izquierda. El italiano todavía no ha conseguido hacer funcionar la maquinaria con ambos sobre el césped, pero por el momento sí le sirvieron las lesiones para devolver a Bellingham a la posición en la que triunfó el pasado curso… y brindar normalidad (al menos la de los resultados) al Bernabéu. El inglés, recolocado de nuevo en la mediapunta, marcó gol durante seis partidos consecutivos para sostener a un equipo que no tenía demasiado fútbol, pero sí pegada.
Sin embargo, el 4 de diciembre, en el partido adelantado de la 19ª jornada, el Real Madrid perdía por 2-1 en San Mamés. De nada valió el tanto de Jude en el 78 porque Guruzeta hacía el definitivo segundo en el 80. «En Bilbao toqué fondo», reconoció la pasada semana un Mbappé desconocido. El Ancelotti que 'sabía algo' ya dijo antes del 4-2 sobre el Sevilla del pasado domingo que «el período de adaptación de Kylian ya ha terminado». Los minutos del francés ante los andaluces fueron de enorme calidad, al fin marcó uno de esos goles que le encumbraron con Francia y el PSG y las sensaciones de que va a más son fuertes.
Defensa
El único desliz (de corte defensivo) llegó en Vallecas (3-3). El Real Madrid ha sufrido una nueva plaga de lesiones en la zaga: las muy graves de Carvajal y Militao, el 'no-regreso' de Alaba, también cayó Mendy… Con Rüdiger como único gran baluarte, Ancelotti ha tenido que tirar de la cantera (algo que no es habitual en el italiano) con Asencio, e incluso insistir en esa idea tan criticada de incrustar a Tchouaméni como central diestro. Esa fue la táctica, por ejemplo, del pasado día 18 en la final de la Intercontinental ante Pachuca (3-0), un partido que invitó al transalpino a proclamar: «Hemos terminado este año muy bien, y este título nos da la confianza que necesitamos y la motivación para intentar tener muy buenos resultados el año que viene». Y también había sido el plan en el decisivo 2-3 de Bérgamo: un mal resultado ante una Atalanta que es líder de la Serie A habría sido fatal, pero el Madrid sacó el manual de supervivencia, Courtois fue el de las grandes noches europeas y 'Carletto' volvió a salvar una bola de partido más.
El técnico sabe, por ejemplo, que la preparación física de sus futbolistas está diseñada para que el equipo vuele a partir de febrero, cuando arranca la hora de verdad en la Liga de Campeones. Lleva varias temporadas haciéndolo así, arrasando a rivales que rara vez doblan la rodilla o incluso resistiendo a clubes (el City del curso pasado, por ejemplo) imposibles de aguantar. Como si el objetivo de cada curso fuera llegar vivo a enero, el entrenador madridista sonríe tranquilo. Ya lo dijo justo después de aquel extraño 3-3 de Vallecas, cuando ni siquiera el tropiezo le privó de caer en el optimismo: «Veo un bonito 2025». El retorno de varios lesionados, la posible apertura del mercado (la llegada de un central sobrevolará el ambiente), un tercer título a la vista con la disputa de la Supercopa de España y la posible revancha ante el Barça en una hipotética final, la vuelta a la Champions, competición 'fetiche'… muchos estímulos para un técnico que después de 317 partidos con el Madrid y 14 títulos, sabe demasiado.