La decisión de las autoridades de los Estados Unidos de la implantación de un arancel del 20% a las importaciones de la Unión Europea se ha convertido en uno de los debates políticos de fondo, tanto por ser un motivo de preocupación en medios de la Administración nacional y comunitaria como por su impacto a futuro en la actividad económica en diferentes sectores, desde el campo a la industria.
Por desgracia para los intereses comunitarios, la actual posición de las autoridades norteamericanas no suena a nueva si se tiene en cuenta que, también bajo el mandato de Trump, Estados Unidos decidía en 2018 elevar los aranceles a las exportaciones comunitarias. Entonces fue al amparo de la posición de la Organización Mundial de Comercio, alegando que Bruselas había dado subvenciones para la construcción del Airbus en perjuicio de la empresa Boeing. En aquella ocasión Trump subió los aranceles un 25% con graves perjuicios para las exportaciones de vinos, aceites y aceitunas. Hoy es por la posición de prepotencia contra la economía comunitaria desde la silla de un nuevo emperador, ahora no ubicado en Roma, sino al otro lado del Atlántico. Tres años más tarde de aquel 2018, el presidente Biden dejaba sin efectos la medida de su predecesor.
En la situación actual, en el caso de España, según los datos de 2024, las exportaciones a Estados Unidos se elevan a unos 18.000 millones de euros, que solo representan el 5% del conjunto de las exportaciones, entre las que destacan las ventas de más de 4.000 millones de diferentes maquinarias, más de 3.000 millones en productos farmacéuticos, unos 2.000 millones en diferentes manufacturas -desde la piedra al hierro o la joyería- y unos 3.500 millones en diferentes productos agroalimentarios. En este capítulo, por la especial sensibilidad que existe sobre los mismos en los mercados y su peso para el sector productor, destacan las ventas de 0,9 millones de hectolitros de vino de calidad por unos 400 millones de euros y una media de 140.000 toneladas de aceite de oliva por valor de más de 1.000 millones de euros.
En aceite de oliva, Estados Unidos, de forma progresiva, se ha ido convirtiendo en un gran consumidor con un volumen de unas 400.000 toneladas frente a una producción en aumento, pero que no supera las 15.000 toneladas. Las importaciones de aceite de oliva desde la Unión Europea, fundamentalmente de aceite español, superan las 140.000 toneladas, a las que se suman otras más de 70.000 toneladas también desde empresas comunitarias, pero que acceden a ese mercado vía otros países con aranceles reducidos por los acuerdos existentes entre Estados Unidos y los mismos.
En vinos las importaciones estadounidenses se elevan a más de 12 millones de hectolitros, de los que aproximadamente la mitad corresponde a vinos de los países comunitarios, fundamentalmente envasados y con una gran variedad de precios. Desde España las exportaciones de vino, fundamentalmente de gran calidad y envasados, no llegan a un millón de hectolitros por valor de unos 400 millones de euros frente a unas ventas totales en el exterior de unos 20 millones de hectolitros por valor de 3.000 millones. Por el hecho de que se trate de vinos en el segmento alto se estima que sufrirían menos en sus ventas ante una subida de los aranceles.
¿Trasladar la producción?
La importancia del mercado norteamericano en el caso de los productos agroalimentarios viene determinada igualmente por el interés de las empresas de diferentes sectores por producir en Estados Unidos en lugar de optar por las exportaciones a la vista de las políticas cambiantes en materia de aranceles. En ese sentido, cabe señalar el desembarco en las últimas décadas de diferentes bodegas españolas en ese país con estructuras de distribución y además con plantaciones propias, como son los casos de Torres, Martínez Bujanda, Codorniu, Freixenet y otras más, especialmente en el estado de California.
En el aceite, las actuaciones más importantes corresponden al grupo Acesur con su desembarco inicialmente con plantas de envasado y, desde hace cinco años, con la plantación de más de 500 hectáreas de olivares, también California.
En el sector del porcino, frente a las importaciones restrictivas de entrada a las carnes y a los productos elaborados, el grupo Acorn Aeekers optaba por la entrada con varios centenares de cerdos de raza ibérica para su reproducción, engorde, matanza y elaboración en el país.
En todos los casos -vinos, aceites o jamones-, ante los ruidos y acciones de barreras arancelarias anunciados por las autoridades norteamericanas para exigir producir dentro por razones de generar riqueza y empleo, las empresas españolas aceptaron el reto de quedarse sabiendo que se hallaban ante un mercado de 400 millones de potenciales consumidores.
Con los aranceles al fondo, desde el Consorcio del Jamón Serrano han mostrado su preocupación por el anuncio de esos aranceles, que pueden suponer un recorte en el volumen de productos comercializados en Estados Unidos, además del posible efecto negativo para toda la cadena de valor desde la producción a la propia competitividad en los mercados.
Colocar jamón español en Estados Unidos fue uno de los retos de la Administración en tiempos de la transición tras años de negociaciones por el cierre de las fronteras bajo la argumentación de la ya extinta peste porcina africana, pero, en realidad, solo por el interés de otros países competidores como Italia en frenar la oferta española en ese mercado. Estados Unidos absorbe más de tres millones de kilos de jamones españoles con un incremento de casi un 40% sobre el ejercicio anterior a un precio medio de 14 euros kilo.
Hoy, con las nuevas amenazas de aranceles por concretar en tiempo y forma de Trump, el conjunto de las exportaciones a Estados Unidos viven tiempos incertidumbre a la espera de una respuesta comunitaria desde la unidad y el diálogo.