No sabemos qué nuevos instrumentos de comunicación nos van a deparar las últimas tecnologías y la inteligencia artificial. Lo que sí sabemos es que se fragüe lo que se fragüe en el ciberespacio, la aventura de los libros continuará. Continuará desafiando las profecías y dejando en evidencia a los profetas apocalípticos que habían pronosticado su final a manos de la robotización que parece ser ya la antesala del futuro.
El futuro de los libros no está en cuestión, sobre todo los impresos en papel. Por su modesta condición material –pesan poco, son fáciles de transportar y no necesitan "entornos wifi"-, serán siempre la mejor compañía del ser humano dispuesto a disfrutar de una soledad enriquecedora. Sobre manera en el tiempo de veraneo que toca en esta época del año.
Decía el poeta Gamoneda que leer era vivir y simultáneamente descansar de vivir. Bien pensando podríamos añadir que es lo propio de las vacaciones.
Para García Márquez la lectura era el modo más feliz de conversar con uno mismo. O un placer de dioses según Mario Vargas Llosa. Para Umbral, leer era la segunda mejor cosa que se puede hacer en la cama y para Álvaro Mutis –que pasó buena parte de su vida tumbado en un catre- era volver a nacer. Y de vivir otras vidas porque leer enciende y a veces incendia nuestra imaginación. Nuestra admirada académica Carme Riera que acaba de publicar "Una sombra blanca", hermoso e inquietante relato, cree que aquello que la vida nos niega, los libros nos lo regalan. Robert Graves escribió en su casa de Deià en Mallorca -la había construido con sus manos- que el mundo desaparecería el día que alguien lograra escribir un poema perfecto. Mutis pensaba que ese día llegaría el día que desaparecieran los libros. Confiemos en que vaya para largo y aprovechemos el verano y las vacaciones para dejarnos acompañar por los personajes y las muchas vidas y aventuras que hay en los libros.