Alhóndiga, la villa alcarreña de los suspiros y el río Arlés

Inmaculada López Martínez
-

Su nombre, de origen árabe, significa mesón, casa de caminos o almacén y se debe a que fue un punto muy transitado desde tiempos romanos hasta la Edad Media

Vista de Alhóndiga desde lo alto del cementerio con el valle del Arlés como fondo. - Foto: Javier Pozo / Archivo

El punto más alto del casco urbano de Alhóndiga tiene un pequeño muro al que una espontánea inscripción denomina «de los suspiros». A priori, cualquiera pudiera pensar que este calificativo se debe a algún viejo episodio acontecido en el pueblo relacionado con enamoramientos o dramas nostálgicos. Nada más lejos de la realidad. Cuando uno logra alcanzar la cima de este empinado cerro, se para y exhala fatigado comprende la apropiada elección de este nombre. El muro de los suspiros ofrece la mejor panorámica posible de Alhóndiga: sus casas, sus típicas bancadas, sus viejas bodegas excavadas en las laderas, el bonito valle del río Arlés...

Pero lo más curioso de todo es que estas magníficas vistas no sólo pueden observarlas aquellas personas que osan subir hasta este encaramado altozano sino que, además, los difuntos alhondigueños tienen la suerte de disfrutarlas a diario. Y es que, la ubicación del cementerio de este municipio alcarreño es de las cosas más curiosas que se puede encontrar en la provincia de Guadalajara. Tan original emplazamiento se explica porque, antiguamente, ahí es donde se erigía la iglesia parroquial del pueblo donde también hubo un castillo en tiempos medievales.

En la actualidad, la iglesia parroquial de Alhóngica, dedicada a San Juan Bautista, patrón de la localidad, se encuentra a mitad del cerro. Aunque su estructura exterior no es especialmente llamativa, el interior del templo sí destaca por la cálida y singular belleza que le confieren sus paramentos de ladrillo y piedra caliza, dominados en el presbiterio por la talla en madera de un Cristo crucificado.

El nombre de Alhóndiga, de origen árabe, significa mesón, casa de caminos o almacén y se debe a que fue un punto muy transitado en tiempos romanos, especialmente, hasta la Edad Media. Enclavada en un cerro, a la orilla del río Arlés, Alhóndiga es un municipio de pequeño tamaño, pero de agradable estancia. 

La parte baja de la localidad otros lugares de interesante parada. Sin duda, el más emblemático es el hermoso lavadero que preside la entrada principal, junto a la carretera. Alhóndiga goza de una gran riqueza acuífera, algo de lo que dan testimonio las numerosas fuentes y manaderos que bañan el municipio. El lavadero de El Arroyo, cruzando la antigua N-320, es otro de los parajes donde queda presente la abundancia de agua que existe en el término.

La Plaza de España es el centro neurálgico de Alhóndiga y el principal lugar de reunión y esparcimiento de los vecinos. Bajo el edificio del ayuntamiento y ante la espléndida fuente de los cuatro caños se celebran las verbenas de las dos principales citas festivas de la localidad: las fiestas de junio, en honor a San Juan, y las de septiembre, que honran a la patrona, la Virgen del Saz, cuyo santuario se encuentra en uno de los parajes más bellos de Alhóndiga, ubicado a 5,5 kilómetros del casco urbano.

A apenas cinco minutos de la Plaza de España, aparece la ermita de San Roque, que custodia una imagen del santo, otra de San Antón y los pasos de Semana Santa. Muy cerca, se levanta la emblemática picota, que da fe de la titularidad de villa que Alhóndiga alcanzó en el siglo XVI. Justo enfrente, se encuentra el coqueto centro cultural.