El retablo renacentista de la iglesia de Escariche está somentiéndose a un proceso de restauración para devolverle la policromía original y, con ello, sacar a la luz aquellos elementos iconográficos escondidos por los repintes o la aplicación de barniz, técnicas restauradoras antiguas ahora denostadas por los criterios de conservación actuales.
Gracias al convenio anual de colaboración suscrito entre la Diputación de Guadalajara y el Obispado de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, que sólo para la para rehabilitación y conservación de iglesias y para restauración del patrimonio artístico durante el año 2023 tiene prevista una inversión de más de un millón de euros, es posible llevar a cabo estos procesos de conservación artística en la provincia de Guadalajara.
«Según la opinión de las restauradoras, es un retablo muy valioso, con unas tablas preciosas, y hacía falta. Llevo años pensando en ello y he encontrado la ayuda del Obispado y Diputación. Me dijeron que iba a haber colaboración del ayuntamiento, que ahora ha cambiado, pero se habló antes, y también de la Hermandad de la Virgen de las Angustias y era la oportunidad de decir adelante. He pedido la colaboración de los fieles, hasta ahora, todavía no se han manifestado pero me imagino que algo ayudarán», comenta el párroco de Escariche, Hilario Murillo, que lleva más de 20 años como sacerdote en este municipio, donde ha emprendido emprendido antes otras obras con mucho esfuerzo.
Las restauradoras continuarán trabajando en este retablo, al menos, medio mes más sobre el andamio. - Foto: Javier Pozo«Terminé la iglesia de Hueva, una obra grandísima en Escopete, la de Escariche en 2008. En muchas cosas no te puedes meter pero hay que ir renovándolo. Lo difícil es intentar hacer entender a la gente que es algo que dejamos para las futuras generaciones. Debería ser labor de todos pero, dentro de la feligresía, hay gente que lo entiende y otra que no, pero esto es así», comenta este cura con más de 50 años de profesión que atiende cinco pueblos: Escariche, Escopete, Hueva, Yebra y Fuentenovilla.
«Es fundamental que las instituciones se sigan involucrando. Hay pueblos que tienen cuatro habitantes, literal, y tienen iglesias con problemas de goteras y un retablo que está dañado. La Iglesia no se puede ocupar de todo el patrimonio. Es una riqueza de la provincia y si se gestiona bien, puede generar desarrollo. Es importante que las instituciones remen. Si en una zona de la provincia tienes iglesias cuidadas y las pones en valor, puedes hacer que la gente venga a hacer una ruta y eso genera que vayan al bar a comer, que se queden en la casa rural y al final le vas a sacar algún rendimiento», corrobora la gerente de la empresa Restauración de Bienes Culturales afincada en Azuqueca, María Campoamor.
Autoría
Las restauradoras continuarán trabajando en este retablo, al menos, medio mes más sobre el andamio. - Foto: Javier PozoLa mayor parte de las obras de arte de la provincia no tienen una autoría reconocida, por ello, cuando existe la posibilidad de adjudicar a un artista una obra, restauradores e historiadores hacen lo posible por conseguirlo.
«Si ves que hay un autor que podría ser interesante y que podría estar relacionado con otra obra de la provincia, se lo comunicamos a los historiadores para avanzar y documentar. Cuanta más documentación quede de una obra, mejor va a ser para las futuras generaciones», reconoce María Campoamor, quien no quiere desvelar sus sospechas sobre la autoría del retablo renacentista de Escariche, aunque estima que para la inauguración del mismo tras su inauguración, prevista para el tercer fin de semana de agosto coincidiendo con la fiesta dedicada a la Virgen de las Angustias, se podrá dar a conocer.
Por el momento, les queda, al menos, medio mes de trabajo. Las cuatro restauradoras involucradas en este proyecto llevan dos meses y medio dedicadas a esta obra datada en el siglo XVI.
En este tiempo, han tenido que emplearse a fondo para revertir algunos de los procesos, como el embarrotado o el repinte con barniz, que se ejecutaron en una «restauración muy salvaje» en los años 80.
Las restauradoras continuarán trabajando en este retablo, al menos, medio mes más sobre el andamio. - Foto: Javier Pozo«Cuando presupuestamos, sin andamio, vimos que estaba muy oxidado, que las maderas no tenían movimiento y no estaban agrietadas las tablas, y que el oro de la mazonería no brillaba nada. Con el andamio, vimos que el embarrotado no había permitido que los paneles que conforman cada tabla se hubiesen movido, que es su función, pero como la madera como material es imposible que no sufra movimientos, toda la policromía de la superficie se había desplazado. La preparación de la pintura y la misma pintura estaban separadas de su soporte», analiza la gerente de la empresa restauradora.
Ha sido necesario inyectar colas para evitar pérdidas de pigmentos originales, aspirar con brochas de pelo corto para simultanear el sentado, llevar a cabo una limpieza superficial para después hacer un sentado de color en las tablas para, así, llevar a su sitio la policromía que estaba flotando. «Esto nos ha llevado un montón de tiempo. Ha sido duro», valora Campoamor sobre este último proceso, tras el cual se llevó a cabo una limpieza química para eliminar los barnices oxidados con un disolvente, cuya elección ha sido también complicada porque hay que ir probando desde el más flojo a otros más fuertes hasta encontrar el más efectivo sin afectar a los pigmentos originales, y quitar el barniz «a punta de bisturí o con hisopos». «Han salido los colores originales que son una maravilla porque es un retablo de muchísima calidad», estima la restauradora María Campoamor.
En la mazonería, marco que rodea al retablo, «el oro no brillaba porque se había repintado imitando a un mármol bastante mal hecho», analiza Campoamor, por lo que ha sido necesario retirar ese repinte, hecho con una base muy acuosa, reblandeciéndolo y tratarlo, a su vez, con bisturí. «Hemos conseguido sacar todo el oro, que estaba rozado, pero quedaba mucha superficie original. Ahora, se ve un retablo del siglo XVI con sus colores y su mazonería dorada, que es como tiene que ser», estima María Campoamor.
Las restauradoras continuarán trabajando en este retablo, al menos, medio mes más sobre el andamio. - Foto: Javier PozoCuando concluya el trabajo de este equipo de restauración, todo quedará documentado. Desde la toma de muestras para conocer los materiales originales, la evaluación de daños ocasionados por el paso del tiempo o por otras restauraciones anteriores, hasta, si la hay, hipótesis sobre su autoría. «Cuanta más documentación quede de una obra, mejor va a ser para las futuras generaciones», reconoce la restauradora orgullosa de este legado.
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En los último año, este equipo ha realizado otros encargos como la restauración del retablo mayor y de san Agustín de Fuentelencina; varios trabajos en la catedral como la rehabilitación de las cuatro esculturas policromadas del crucero, las rejas del coro o la capilla del Cristo de la Misericordia; la recuperación de una viga con una policromía románica de Valdeavellano; así como completar la limpieza y restauración de las portadas pendientes de la iglesia de Alcocer después de que hace unos años intervinieran en la principal.