Cinco años después, renovando sus alianzas con el bloque anticonstitucional del Parlamento, Pedro Sánchez mantiene la misma hoja de ruta cuyo punto de partida fue la moción de censura contra Mariano Rajoy. Una estrategia que excluye políticamente a media España. Una maniobra de exclusión qué actualiza el "cordón sanitario" contra el PP ideado en su día por el PSC, liderado después por el PSOE y asumido -Iglesias mediante- como compromiso de hierro por EH Bildu (Otegi) y los partidos satélites del PCE y Sumar, su última máscara, más ERC (Junqueras), el PNV y en el último tramo, Junts las cenizas de Convergencia resucitadas políticamente por las concesiones arrancadas a Pedro Sánchez.
La aparición de Vox sobre el escenario les ha permitido ampliar el lema del "cordón sanitario" con el mantra de la "derecha extrema y la extrema derecha". Admonición tantas veces repetida por Pablo Iglesias bajo el sintagma de una inminente alarma antifascista. La que en su día llevó a la tropa del entonces arrollador Podemos -hoy en vías de irrelevancia- a rodear el Congreso sin qué el PSOE se llevaran las manos a la cabeza como algunos de los dirigentes socialistas que hoy se rasgan las vestiduras por las concentraciones frente a las sedes del PSOE.
Pedro Sánchez, el político sin escrúpulos que cambiando y retorciendo leyes y normas está a punto de renovar un nuevo mandato presidencial a costa de tensar hasta límites desconocidos las costuras del Estado de Derecho, poniendo en peligro el sistema democrático como advierten en rara unanimidad las diferentes asociaciones de jueces y fiscales, amén del grueso de los cuerpos de élite de la Administración, no tiene ideología. Iglesias, sí. Pablo Iglesias quedó políticamente atrás pero su legado es el vivero político del que se nutre un personaje como Sánchez. En patética contradicción con sus palabras anteriores al 23 J, omitiendo el amplio rechazo social que provoca, le hemos escuchado encomiar la pretendida virtud política de la ley de amnistía, el artefacto del derecho alternativo ideado para neutralizar la acción de la Justicia, que le han arrancado los golpistas del "procés".
El precio a pagar en tensión política, enfrentamiento cívico e inestabilidad social por la impunidad otorgada a los delincuentes separatistas es de difícil cálculo pues las protestas en la calle frente a las sedes del PSOE y las manifestaciones en todas las capitales de España continuaran durante algún tiempo. Pero no todo el tiempo. ¿Le compensará a Sánchez tanta tensión?
A juzgar por su trayectoria, sí. Le compensa porque esta semana, a más tardar el jueves, culminara su objetivo: permanecer en La Moncloa a cualquier precio. Lo demás, poco a poco, acabará siendo paisaje.