Con mayor frecuencia, otorgamos talentos extraordinarios a los sujetos que nos caen bien y dotamos de cualidades maléficas a los que no coinciden con nuestra cosmovisión. La importancia de los titulares o del relato hacen que los matices o la simple realidad se transformen en aspectos irrelevantes de la ecuación.
En Europa, todo el mundo tiene claro que Donald Trump es un peligro para la paz mundial y gran amigo de Putin. Tal es la imagen que provoca, que hasta es posible que su previsible victoria electoral permita a Europa desarrollar una política defensiva seria. Es curioso que Obama no le vendiese ni chuches a Ucrania y que Donald levantara las restricciones a la venta de armamento; lo cual permitió al país no caer en la primera semana de invasión.
Nadie le ha pedido explicaciones a Angela por su política energética o a Macron por considerar en muerte cerebral a la OTAN. Pero a Trump se lo ocurrió decir que deberíamos gastarnos el 2% del P.I.B. en defensa o dejar de comprar petróleo y gas ruso; lo cual explica que le sigamos insultando por grosero. Nadie duda en Europa que la defensa del continente es una responsabilidad de Estados Unidos y debe de asumir los gastos bélicos, humanos y presupuestarios para salvaguardar su integridad. El gobierno estadounidense debe subordinar su política exterior a los dictados de Europa, aunque ciertos países europeos se nieguen a enviar material bélico a Ucrania para garantizar la paz mundial o gastar más en su defensa.
Si nos enfriamos un poco, es obvio que la política rusa no es estratégica sino coyuntural, casi podríamos decir que personal. Es el país más extenso del mundo y con mínimas barreras geográficas defensivas. Tiene frontera con la segunda nación más poblada del planeta, la actual factoría mundial. Sus vecinos del sur son inestables, volátiles y tendentes al extremismo religioso.
Rusia ha ambicionado ser Europa, pero sus dimensiones y misticismo sacrificado la alejaba de la racionalidad europea ilustrada. Hay que respetar su sensibilidad porque necesitamos una Rusia europea, no una nación aplastada por el yugo occidental. Su historia imperial explica que se sientan cómodos inspirando miedo y temor. Esa política está desfasada. Es un país atrasado que necesita tecnología, capital y amigos. Con la invasión de Ucrania, ha perdido a su cliente principal, ha forzado a sus vecinos a rearmarse y ha aceptado transformarse en un paria internacional. En algún momento tendrá que cambiar de estrategia.