Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Tomey

04/10/2024

Con Francisco Tomey, presidente de la Diputación de mi Guadalajara y mandamás de la derecha alcarreña durante largos años, las tuve tiesas en sus tiempos de poder y esplendor. Mis encontronazos periodísticos fueron muy sonados, y fui muy crítico con su gestión política, así como con algunas de sus actividades empresariales por las que hubo de responder judicialmente y de las que es justo y obligado decir que resultó absuelto. Vamos, que durante un periodo no nos llevábamos precisamente bien.
 De su influencia en la provincia da buena prueba el dato más destacado de su trayectoria política: durante cuatro legislaturas, 16 años en total, consiguió mantener el control de la Diputación Provincial. Él, y nadie más que él, era el referente político en toda la provincia, en las comarcas y en los pueblos, hasta en los más pequeños, y, si se me fuerzan, en estos últimos, aún más. Unos le tenían aprecio, otros respeto, y los que no, al menos una pizca de miedo. Sus formas, yo dije entonces que caciquiles, podrían ser criticables, pero desde luego eran efectivas y sabía sacar buen partido de una campechana cercanía en las distancias cortas cuando le venia bien utilizar tal registro. 
 Cayó al fin y aunque aún siguió en política y ocupó algunos puestos de consuelo de dimensión nacional, su época había concluido y su ocaso no fue precisamente agradable en su partido, primero Alianza Popular y luego el PP, donde no le hicieron ya después mucho caso y menos aún le concedieron ninguna de las canongías de las que suelen conceder. Lo dejaron bastante tirado, o así se sentía él, pero nunca dejó de estar ni hizo ruido que pudiera perjudicarlo. 
 Fue ya bastantes años después cuando mi relación con él cambio y pasó a ser personal. Hasta entonces tan solo había sido digamos que 'profesional'. Dos cosas tuvieron que ver en el acercamiento. La primera el elogio, más que merecido, que hice en las ondas radiofónicas a su hija Abigail Tomey, una extraordinaria actriz teatral que me subyugó en una de sus primeras interpretaciones en los escenarios madrileños (si no recuerdo mal, en 'Eloisa esta debajo de un almendro', de Jardiel Poncela) que escuchó por casualidad y quiso agradecerme directamente. Se unió a aquello y fue el urdidor del encuentro, quien fue siempre su gran amigo, y mío también, su antecesor en la Diputación, Paco López de Lucas, que lo propició, entre los tres, que tuvo continuidad y en no mucho tiempo Tomey, pasó a ser Paco también. 
 Se estableció entre nosotros la cordialidad primero, y esta dio paso incluso a la amistad. Fuimos haciendo de aquellas comidas un cierto ritual y lo primero que descubrimos es que nos lo pasábamos muy bien. Y hablábamos a calzón quitado sobre todo lo que nos venía en gana y de política más.
 La muerte de López de Lucas las truncó, pero no por ello, aunque ya más espaciados, dejé de mantener contacto con él, aunque ya apenas si nos volvimos a ver en alguna ocasión y el miércoles al recibir la noticia de su muerte lo he sentido de verdad. He sentido pena por su perdida y un cierto remordimiento por no habernos visto más en estos últimos tiempos para hablar de aquellos viejos que compartimos.
 Y es a esos tiempos a los que quiero referirme como colofón de estas líneas. A esos en los que a pesar de las diferencias y hasta de las grescas entre político y periodista prevalecían otros modos y valores, se podía ser amigo de quien discrepabas y reírse ambos incluso de peloteras pasadas. Hoy solo en contadas ocasiones y con contadas personas se puede tener tal relación. Y esa es la pena que se une a la de su muerte al escribir estas palabras sobre quien terminó siendo mi amigo, Francisco Tomey.

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