De prófugo a vital interlocutor

P. J. Sánchez (EFE)
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El vuelco en la negativa inicial de Puigdemont a apoyar al PSOE comenzó la noche del 23-J, al verse como la pieza esencial del puzle

De prófugo a vital interlocutor - Foto: OLIVIER MATTHYS

Cuando faltaban ocho días para las elecciones del 23-J, Carles Puigdemont afirmó de manera tajante que Pedro Sánchez no sería investido con los votos de Junts, posicionamiento que fue modulando progresivamente de abrirse a la negociación hasta firmar ayer un pacto con el PSOE en Bruselas. Un acuerdo que implica que Junts centrará sus esfuerzos en negociar para resolver el conflicto catalán, si bien sus dirigentes siguen insistiendo en que no renunciarán a reactivar la vía unilateral si es necesario.

De hecho, el documento recoge que los de Puigdemont consideran «legítimo el resultado y el mandato del referéndum del 1-O» y la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlament el 27 de octubre de 2017, mientras que los socialistas sí manifiesta su «rechazo a cualquier acción unilateral»: ambos partidos reconocen así por escrito las «profundas discrepancias» que aún les separan, con la novedad de que, a partir de ahora, se sentarán a hablar y negociar.

«Pedro Sánchez no será presidente con los votos de Junts. No puede serlo, por muchas razones, pero le diré una muy clara: miente e incumple. Y como ya lo ha hecho varias veces, ¿exactamente qué incentivo tenemos nosotros para hacer presidente a un mentiroso y un incumplidor?»: afirmó el expresidente fugado el 15 de julio.

En realidad, el giro pragmático de Puigdemont comenzó la misma noche electoral, al no cerrar la puerta abiertamente a la negociación con el PSOE, aunque dejó claro que Junts «solo se debía a sus votantes», a la par que recetaba «discreción» a sus dirigentes, que se autoimpusieron un silencio mediático total.

Pero no fue hasta el 5 de septiembre que el dirigente independentista puso sobre la mesa las condiciones para acceder a sentarse a hablar: una amnistía como paso previo a las conversaciones, reconocer la legitimidad del secesionismo e incorporar la verificación para el cumplimiento de los acuerdos; el grueso de ellas están incorporadas en el pacto rubricado finalmente.

A lo largo de los casi seis años que lleva en Bruselas huido de la Justicia, Puigdemont ha reprochado al PSOE la falta de reconocimiento hacia su figura como un interlocutor válido, y el primer gesto de «desagravio» vino de la mano de la vicepresidenta del Gobierno en funciones Yolanda Díaz, el 4 de septiembre, mientras que el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, hizo lo propio el 30 de octubre, en un síntoma claro de que la negociación se estaba encarrilando.

Ahora, desde la misma sala en la que compareció por primera vez tras su huida a Bélgica en 2017, el expresident certificó ayer el cambio de estrategia de su partido y todos los incentivos que tiene para hacer presidente a Sánchez.