Un hijo más

Belén Monge Ranz
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Isabel y Manuel son padres de acogida del pequeño Juanma y antes lo fueron de Mariano;una experiencia que recomiendan: «es muy gratificante ya que te devuelven mucho más de lo que les das»

Isabel y Manuel con Juanma, el pequeño que tienen en acogida desde hace casi dos años y medio. - Foto: Javier Pozo

No solo la sangre une. El amor y el cariño, así como la necesidad de ayudar a los demás, forjan también lazos tan fuertes como los que hoy se han creado entre Isabel, Manuel y Julia con Juanma, el nuevo integrante de la familia.

Isabel y Manuel son padres biológicos de Julia, una adolescente que está a punto de cumplir los 15 años. Sin embargo, desde el 2020, en plena pandemia, esta pareja es también familia de acogida. Hasta el momento han tenido en su hogar a Mariano, que estuvo cinco meses y medio, y Juanma, con el que siguen actualmente, que, cómo dice el tío de 'Manu', «es un niño con mucha suerte». 

Al mirar atrás, Isabel comenta que fue el contacto con una madre acogedora de Cabanillas del Campo lo que les llevó a dar este paso, a interesarse por un programa que hasta entonces desconocían. Hoy, el pequeño Juanma ilumina su hogar. Llevan con él dos años y medio y, sin duda, ha marcado sus vidas. «Cuando llegó, no daba besos, no abrazaba, no hablaba, pero uno de los primeros días de ir al colegio me    mandó su primer besito con la mano, algo que recuerdo emocionada», afirma Isabel.   

Entre las primeras opciones de esta pareja figuraba albergar un niño saharaui en verano, e incluso se habían planteado la adopción. Sin embargo, la vida les puso en el camino a una mamá que les explicó en qué consistía el acogimiento familiar y dejaron aparcadas las otras posibilidades. «Nos encantó. Le preguntamos también a la peque -que tenía entonces 8 años- y nos dijo que sí», declaran a dúo Isabel y Manuel. Ambos sentían la necesidad de ayudar y este programa está siendo muy enriquecedor tanto para ellos como para su hija biológica. De hecho, Julia tiene en mente estudiar Psicología o Trabajadora Social, incluso se empieza a plantear que cuando sea mayor le gustaría formar parte de la Red de Acogimiento.

Así, tras tomar la decisión, contactaron con Actia, la entidad colaboradora de la Junta de Castilla-La Mancha en el acogimiento a menores en Guadalajara. Les realizaron una primera entrevista y pasaron a formular la solicitud formal ante la Delegación de Bienestar Social. Había empezado el proceso; un camino que se prolongó aproximadamente un año hasta que finalmente consiguieron la idoneidad como familia acogedora, justo coincidiendo con el principio de la pandemia por Covid 19. El trayecto conllevó la realización de un curso formativo que se prolongó varios meses, test psicológicos y entrevistas a los tres -incluida Julia-. Manuel recuerda que de las diez familias que realizaron la formación, la superaron nueve. Entre ellas se encontraban algunas monoparentales y un varón ya jubilado que quería acoger a un adolescente.  

No necesitan volver la vista a 2020 para saber que el acogimiento «es duro, es una montaña rusa», pero lo asumen porque ven más luces que sombras. En su caso, Isabel y Manuel pensaron solo en un perfil de acogimiento, el permanente, pero al resultar idóneos y capacitados también para el de urgencia y para el temporal, se replantearon su decisión inicial.

La primera llamada se produjo en pandemia. Sin embargo, el trabajo de Manuel no le permitió entonces quedarse en el menor porque había que estar confinados en casa y 'Manu' no podía. Esperarían hasta el 2021 en que llegó, por vía urgente, Mariano. Era un bebé prematuro que nació con síndrome de abstinencia. Fueron momentos muy difíciles porque persistía aún la pandemia. Estuvieron yendo al hospital a diario durante tres meses para visitarle.   

Sin entrar en detalles, tanto Isabel como Manuel admiten que el pequeño les «tocó mucho». En el poco tiempo que estuvo en su hogar le vieron pegar un estirón tremendo que para Isabel fue claramente fruto del «amor» que le dieron. Estuvo dos meses y medio y les marcó muchísimo, tanto que hoy tienen aún más claro fue un hijo más en su casa, pero sin dejar de ver la realidad y de saber que ellos son solo una herramienta temporal al servicio de Bienestar Social.   

Segunda oportunidad 

Luego, con 18 meses, llegó Juanma. Acaba de cumplir cuatro años. Lleva más de dos años y medio con ellos y ya está en acogimiento permanente. Nada tiene que ver el pequeño de hoy con el que recibieron en casa. «Era un niño muy oscuro, muy triste y con sarna. Yo me dormía arrascándole y creo que así me gane parte de la confianza que tenmos hoy. Cuando llegó, miraba la puerta y lo único que decía era tata. Llamaba a su hermana porque era la que lo cuidaba», dice emocionada Isabel. 

Han pasado muchos meses desde entonces. Mejores y peores. En algún momento llegaron a preguntarse qué habría visto el niño en su casa. «Mi madre vino al día siguiente a su llegada y cuando lo vio se echó a llorar», apunta Manuel. 

Sin embargo, pasados  unos  primeros meses «muy duros», la situación fue mejorando. El trabajo, el amor de le prestaron y el apoyo y asesoramiento recibido desde Actia, concretamente de la técnico Belén Rodríguez, hizo su labor. «Con Juanma hemos sufrido. Venía con una mochila muy grande, pero le queremos con locura, como un hijo más», relata esta madre de acogida, a la que si mañana les dijeran que Juanma se iba, sin duda, le dolería. No obstante, para ambos es una experiencia «muy gratificante» porque «te devuelven más de lo que das». «Nos caería como un jarro de agua fría, pero si va a un sitio mejor, lo llevas de otra manera», subraya la pareja. 

Entienden que su hogar es un lugar de paso para él. Eso sí, siempre será su casa. «Yo le repito mucho: esta mamá es para siempre, y eso le da tranquilidad y paz», abunda esta madre, reconociendo que que a su hija también le decía que jamás se iba a morir o que tardaría muchísimo cuando esta le preguntaba por ello, dejándola también más tranqula.  

Hoy, Juanma es un niño « alegre» que tienes dos papás y dos más, que sigue manteniendo varias visitas mensuales con la familia biológica y al que en el hogar de acogida tratan como un hijo. «Es mi hijo. Él sabe que tiene dos mamás. Y si me preguntaran cuantos niños he tenido, siempre diría que tres·, abunda Isabel. Con todo,  pese a admitir que no es un camino de rosas, que se viven momentos complicados, no descartarían acoger algún niño más si tuvieran una vivienda más grande. La actual se queda pequeña. En su día a día siguen ganando la confianza del peque, algo a lo que contribuye mucho, sin duda, Julia. Esa hija adolescente que ve en Juanma el hermano pequeño. 

Julia ejerce de hermana mayor con este chaval de cuatro años que ya va al colegio y que aunque sabe que ha nacido de otra mama y que ahora está con ellos, no duda del  amor y del cariño incondicional de Isabel y Manuel, a los que también llama papás.  

Los primeros meses fueron duros para todos, pero hoy el pequeño está feliz 

Acogieron a Juanma de urgencia, pero ahora es ya un acogimiento permanente. Lo firmaron el día 12 de junio y, en principio, podría quedarse con ellos hasta la mayoría de edad, en que ya dejaría también de estar tutelado por la Administración. Lo que lamentan tanto Isabel como Manuel es que con llegada a la edad de 18 años se rompa ese vínculo de forma tan drástica. Lo cierto es que, aunque se quedase en la casa como un miembro más, ellos no tendrían los beneficios que se tienen por un hijo biológico o adoptado. Con ello solo se refieren a poder autorizar una intervención de urgencia si él se pusiera malo y no pudiera decidir, poder tener permiso para acudir con él a un médico o simplemente poder acompañarle en momentos especiales de su vida. Es algo que no se contempla. 

En su pensamiento siempre está si un día les llamarán para decirles que Juanma se marcha. No quieren pensarlo mucho pero está ahí. Y  aunque su deseo sería tenerlo siempre en casa, no hablan de ello. Tienen muy marcado que ellos son una herramienta para hacer más feliz la vida al pequeño Juanma y viven el hoy. Eso ya les compensa compensa. «Ver cómo llegó y cómo está ahora, es un orgullo», como lo es verle volver la cabeza y decir: «estoy enfadado, pero te quiero». Eso les da la vida. Son pequeñas historias que compensan y reconfortan.