¡Qué poder tiene la palabra fascista! Es increíble la facilidad con que la izquierda la utiliza con la rapidez de una ametralladora. La derecha ilustrada intenta ridiculizar su uso para demostrar la ignorancia del contrario al acudir a una palabra cuyo concepto histórico desconoce; para ello, mencionan el fascismo italiano para diferenciarlo del nazismo, franquismo, etcétera. Resulta una aclaración pedante e inútil, porque básicamente se ha transformado en un insulto y todos sabemos que lo es, aunque desconozcamos su origen.
Hay un magnífico libro de Jonah Goldberg al respecto, pero no es para hoy. Creo que es irrelevante quién usa la expresión y más importante para qué acude a ella, cuál es su fin político, social o personal. La inmensa mayoría de los denominados fascistas no lo serán desde un punto de vista político, pero puede que para sorpresa de ellos tengan coincidencias con los mismos que les insultan. Mientras que muchos de los que acuden a dicha acepción es probable que sean culpables de lo que se suponen combaten con contundencia.
Una sociedad sana necesita dos pilares básicos: la libertad de expresión y la imperfección. Limitar lo que se puede decir es dictatorial, inmoral e injusto; podría decir más adjetivos, pero creo que queda entendido el argumento. Una comunidad fuerte necesita que se pueda defender cualquier idea sin que otro se otorgue el derecho a excluir la difusión del concepto. Los mayores defensores de lo políticamente correcto deberían preguntarse qué habrían obtenido si no no hubiese existido libertad de expresión en los inicios de su movimiento.
La imperfección es bella. Demuestra una intención y confirma el arrojo de una ejecución que desgraciadamente no se ajusta a la idea previa. En la vida se aprende muchísimo de los errores y rara vez de los aciertos, porque nos lleva a la soberbia. Convivir con la imperfección nos hace flexibles y nos permite avanzar socialmente. La libertad se enfrenta siempre con la seguridad ya que requiere un equilibrio medido. En la sociedad moderna nos hemos decantado por lo segundo, sin meditar el impacto que iba a ocasionar en la generación de riqueza.
La perfección es psicológicamente estresante, pedagógicamente estéril y vitalmente imposible. Los individuos maduran gracias a su capacidad para aceptar sus errores, no por la habilidad para evitarlos. Sea cauto con aquellos que defiendan la perfección y la pureza, porque puede que sean unos …….as y no lo sepan.