En el gran escenario de la política internacional, el sector agro siempre parece ocupar el mismo papel: el de peón. Un peón que avanza según las estrategias de los jugadores , que se utiliza a menudo como parte de la táctica y en raras ocasiones alcanza el otro lado del tablero para convertirse en otra pieza.
Un ejemplo más de cómo el campo se convierte en moneda de cambio en los enfrentamientos políticos es el último movimiento de Donald Trump, anunciando aranceles a los productos agrícolas importados. Mientras los líderes mundiales se esfuerzan por demostrar su poder, los agricultores y ganaderos, que trabajan arduamente para alimentar a la población, son los que soportan las consecuencias.
Trump, con su estilo característico, ha lanzado un mensaje a los agricultores estadounidenses para que «se diviertan» produciendo más para el mercado interno. Como si el trabajo en el campo fuera un pasatiempo y no una labor vital. Mientras tanto, los mercados se tambalean, los precios suben y los productores de otros países, como España, ven cómo sus exportaciones se convierten en víctimas colaterales de esta guerra comercial.
El campo no es un tablero de ajedrez - Foto: Alberto RodrigoPero no nos engañemos: Trump no es el único culpable. Este es un problema global. Los agricultores y ganaderos llevan años siendo utilizados como fichas en las negociaciones comerciales, como si su trabajo fuera simples números en una hoja de cálculo. Y lo peor es que, cuando las cosas se complican, son ellos, agricultores y ganaderos, los que tienen que apretarse el cinturón, mientras los políticos se felicitan por sus «grandes logros» en las cumbres internacionales.
El sector agro está harto. Harto de ser el chivo expiatorio de las políticas migratorias, de las guerras comerciales y de las crisis económicas; harto de que se le pida producir más con menos o de que se le culpe por el cambio climático mientras que algunas grandes industrias siguen contaminando sin control; y harto de que se le exija adaptarse a normativas cada vez más estrictas sin recibir el apoyo necesario.
¿No creen que ha llegado la hora de que los políticos dejen de tratar al campo como un tablero de ajedrez y empiecen a verlo como lo que realmente es: la base de nuestra sociedad? Sin agricultores y ganaderos no hay comida en nuestras mesas. Sin ellos, no hay futuro.
Por eso, desde aquí, hacemos un llamado a los líderes mundiales para que dejen de jugar con el campo, para que dejen de usarlo como arma en sus disputas y empiecen a protegerlo como el tesoro que es. Porque, al final, cuando el último peón haya caído, no habrá rey ni reina que pueda salvarnos.
Y a los consumidores os decimos que apoyéis a los agricultores y ganaderos; que compréis productos locales, que exijáis políticas justas y, sobre todo, que tengáis presente que detrás de cada alimento hay una historia de esfuerzo, sacrificio y amor por la tierra. Porque el campo no es un tablero de ajedrez, es nuestra vida.