Volver a empezar

Antonio Herraiz
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Es uno de los socios de Campos Taurinos, un proyecto que gestiona encierros y todo tipo de espectáculos con el toro como gran protagonista. Hace 10 meses sufrió una grave cogida apartando animales bravos y tuvieron que amputarle una pierna

Volver a empezar - Foto: Javier Pozo

A César Sánchez (Fontanar, 1982) la vida le cambió por completo el pasado 28 de febrero. Con la fuerza mental y física que tiene, cuando lo lea dirá que no es para tanto, pero hay un antes pletórico y un después repleto de complicaciones. A punto de cumplir los 42 años, se encontraba en plenitud: personal, profesional y familiar. La felicidad, que nunca es completa ni permanente, César la alcanzaba la mayor parte de su tiempo. Tras esa fecha, ha tenido que aprender a caminar y a hacer por primera vez actividades cotidianas que habitualmente no apreciamos porque las ejecutamos de forma autónoma y mecánica. «Sigo siendo muy feliz», confiesa. 

El día de marras, César realizaba tareas de campo en la ganadería con el apartado de varios toros. «Siempre nos ha gustado hacer las cosas de la manera más tradicional posible. Estaba moviendo al animal y, quizá, por un abuso de confianza, me enganchó». Era la primera vez que le cogía un toro. Más de 30 años corriendo encierros por toda España -Pamplona, incluida- y nunca había tenido un percance serio. «Algún varetazo, poco más». La primera ocasión en la que quedaba a merced de un animal bravo. Fueron dos embestidas brutales. Sin piedad. «Era un toro cinqueño muy engatillado y, cuando estaba apoyado en el comedero, me hizo una especie de palanca para atrás con una cornada que me atravesó». Vio caer su pierna, unida al resto del cuerpo sólo por la piel, en una escena que no precisa de muchos más detalles. La realidad siempre supera a la ficción. 

César llegó consciente al hospital sin temer por su vida en ningún momento. «Sabía que la cogida era muy grave y sólo quería que me arreglaran rápido. Pensaba en mi mujer y en mis hijas y lo mal que lo iban a pasar». Cuando despertó después de la intervención, abrió los ojos, se tocó la pierna y comprobó que le habían amputado esa extremidad. «Fue un shock tremendo que se me pasó al segundo al ver que allí estaba ya toda mi familia arropándome». De aquello han pasado apenas 10 meses y, lejos de hundirse en el mar de dificultades que implica la pérdida de una pierna, ha tirado de raza para volver a empezar. «El primer día que me colocaron la prótesis, después de unos cinco o seis meses de intensa recuperación, anduve un kilómetro por el hospital, cuando lo normal es dar unos pocos pasos. Es cuestión de actitud». Y esa fuerza, como la del toro bravo, le ha llevado a conducir su coche en tiempo récord, a subir a un caballo nuevamente y a mantener una intensa actividad que pocos podrían haber imaginado horas y días después del percance. «Lo que más valoro son las cosas cotidianas. Poder ponerte de pie, por ejemplo. La primera vez que cogí a una de mis hijas, la tuve en brazos cinco minutos sin parar de llorar. Cualquier movimiento que tenemos normalizado, como pillar de la nevera una botella de agua para ponerla encima de la mesa cuando vamos a comer, para mí es un triunfo». Su historia se hizo viral -y mundial a través de la difusión de TVE- con el homenaje que sus amigos de Guadalajara le rindieron en el séptimo encierro de los sanfermines. 

Con César Sánchez quedamos en la finca que tiene en el término de Ciruelas. El día nos regala un sol de invierno que invita a guardarlo como esencia de vida en un bote de cristal. Lo paladeamos sentados en dos butacas de mimbre y hablamos del proyecto que empezó allá por 2013 con Iñaki Cuadrado, su inseparable socio. «Yo trabajaba en Danosa, la empresa de productos de impermeabilización que hay en mi pueblo, y vivía muy bien, pero sentía que podía hacer muchas más cosas. La afición apasionada al mundo de los toros nos llevó a vincularnos profesionalmente al sector». Empezaron colaborando con los pueblos a través de la gestión de la documentación que necesitan todos los espectáculos taurinos. A medida que sumaban temporadas, el crecimiento era mayor. «A nosotros, todo lo que nos ha pasado ha sido de una manera brutal». Y en vísperas de la pandemia les surge la posibilidad de comprar una finca en el desvío que lleva a Ciruelas y allí constituyen Campos Taurinos, donde además de albergar los corrales donde guardan los animales, han montado toda una instalación de ocio con una coqueta plaza de toros y un gran salón para celebrar todo tipo de eventos. «El inicio fue durísimo. Los primeros toros que entraron aquí fueron 20 animales de la ganadería de Núñez del Cuvillo. Llegó la pandemia, se suspendieron todos los espectáculos taurinos y acabaron en el matadero». Ni César ni Iñaki se arrugaron. Como el toro bravo de Miguel Hernández, también se crecieron en el castigo y sólo este año desde su finca han movido unas 200 reses bravas que han participado en más de medio centenar de citas taurinas. Le pregunto por el futuro e incrementa la media sonrisa que ha mantenido durante toda la charla. «Sé que hay muchas cosas que no las voy a poder hacer. Tampoco tengo necesidad. La edad de subirnos a los árboles ya pasó», bromea. Como soñar es gratis, con la compañía del sol de diciembre, nos ponemos a ello. «Todo el mundo tiene retos y claro que me gustaría tener una punta de vacas y algún día poder lidiar en Guadalajara o incluso en Madrid, pero es casi imposible». Denle tiempo.