El Papa de los descartados

Natalia Kidd (EFE)
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Argentina llora a un Pontífice al que vio crecer y que se desvivió por los barrios más pobres y marginales de Buenos Aires

Una muestra de cariño al Santo Padre en su distrito natal de Flores. - Foto: Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

Argentina, la tierra que hace 88 años vio nacer a Jorge Mario Bergoglio y que en 2013 lo vio partir para ocupar la silla de Pedro, le despide esta semana entre la congoja, la gratitud y el reconocimiento a quien quedará en la historia como el primer Sumo Pontífice latinoamericano y el Papa de los descartados.

Hasta siete días de duelo fueron decretados por el presidente del país, Javier Milei, quien en un mensaje en redes sociales afirmó que para él, a pesar de sus «diferencias» con Bergoglio, fue un «verdadero honor» conocer al Pontífice «en su bondad y sabiduría».

Buenos Aires amaneció ayer con un cielo plomizo, tan gris como aquel 13 de marzo de 2013 en el que el mundo conoció al nuevo Papa venido del fin del mundo.

Como en aquella memorable jornada, la catedral de Buenos Aires -la misma que Bergoglio pisó por última vez el 26 de febrero de hace 12 años, cuando viajó a Roma para el Cónclave que cambiaría su vida para siempre- se colmó de feligreses en pocos minutos. Y, como entonces, repicaron las campanas, esta vez en señal de duelo.

«La noticia nos impactó mucho a todos, todavía no lo podemos creer. Rezo por él y por nuestro país», afirmó Ofelia Suárez, una jubilada que se acercó a la seo para orar por el eterno descanso de quien fuera arzobispo de Buenos Aires desde 1998 y hasta su elección.

Carlos Coutinho, un brasileño residente en Argentina, también se mostró profundamente conmovido: «La gente más humilde, los migrantes, los pobres, los excluidos tuvieron un lugar de mucha importancia durante su Papado. Fue el mejor Santo Padre de todos. Un Papa latino no podía ser distinto».

En su barrio natal de Flores, en el centro-oeste de la capital argentina, las muestras espontáneas de cariño y admiración tampoco se hicieron demorar entre los ciudadanos, que voluntariamente creaban altares con velas o ponían las fotos del Pontífice sobre mesas y sillas colocadas por las calles o en los exteriores de las iglesias. 

Desde temprano, feligreses se acercaron a rezar a la basílica de San José de Flores, donde Bergoglio, a sus 17 años, descubrió la vocación sacerdotal.

Cerca de allí, decenas de vecinos fueron a la casa natal de Francisco y a aquella donde vivió su niñez y adolescencia para dejar flores y velas en homenaje al más ilustre hijo de ese distrito y un auténtico Papa de barrio, como será recordado por su estilo afable, sencillo y cercano.

La muerte de Francisco también sacudió las barriadas más pobres de Buenos Aires, allí donde Bergoglio promovió la acción pastoral de los llamados curas villeros insertados en los asentamientos precarios de la ciudad, donde la indigencia que lacera a Argentina tiene rostros bien concretos.

«Lo recuerdo con su sonrisa, con su voz, su claridad en la comunicación, con su convicción, su coherencia, su austeridad y su amor, sobre todo, a los más descartados», sostuvo el sacerdote Lorenzo Toto de Vedia, de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en la capitalina Villa 21-24, y que tuvo una estrecha relación con el Pontífice.

Según Alejandro Giorgi, obispo auxiliar de Buenos Aires, Francisco enseñó «un nuevo estilo para un mundo totalmente distinto al que vivieron los anteriores papas».

«Es el estilo de Dios: de cercanía, compasión y ternura, que es el que necesita la sociedad de hoy», afirmó el prelado en declaraciones en la Catedral de la capital argentina.

Sin volver a su tierra

Lejos de reprochar a Francisco por no haber regresado a su tierra natal desde su elección como Sumo Pontífice, los argentinos de a pie como él, que rehusaba los autos oficiales y prefería viajar en metro o en bus por su añorada Buenos Aires, se vuelcan en resaltar la huella imperecedera que Bergoglio deja en la historia de su país, de la Iglesia y del mundo entero.

Un legado que amalgama su opción preferencial por los marginados, por los migrantes, los desplazados por las guerras y las hambrunas, su incansable apuesta por la paz y la fraternidad del mundo, el llamado urgente al cuidado de la casa común y la convicción de que el Evangelio tiene un solo rostro: el de la misericordia.

Los argentinos lloran a un Papa que saben que ha sido único, que se ha centrado más en lo social que en lo teológico y que tardaran mucho en olvidar.