Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Sospecha, que algo queda

16/04/2025

Se ha propagado la historia de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez pudo tener una agenda secreta, que más allá de los contactos con los principales líderes chinos, incluido el presidente del país, Xi Jinping, se dedicó a abordar asuntos particulares relacionados con el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, señalado como lobista particular que defiende sus propios intereses económicos. Más allá de esa sospecha se cuestiona también la oportunidad del viaje en plena guerra arancelaria desatada por Trump y se incide, más que en la necesidad de buscar nuevos mercados para los productos españoles, en las posibles represalias que podría adoptar Estados Unidos contra España por el teórico desafío realizado por Sánchez. 

Del mismo modo se considera que el viaje de Carlos Cuerpo a Washington para entrevistarse con el secretario del Tesoro es una suerte de compensación cuando se trata de las dos caras de la misma moneda. Hay que hablar con los supuestos aliados que se van a dedicar a defender sus intereses a costa de los de los demás y tratar de averiguar, cuál va a ser el próximo movimiento de Estados Unidos, si es que sus propios ministros saben los designios de Trump, al tiempo que se negocia con China. De cualquier modo, las reacciones de los populares ante todo lo que está ocurriendo se mueven en el marco de las sospechas, de las especulaciones, de las dudas que en realidad ponen en cuestión la capacidad del Gobierno para adoptar decisiones soberanas, que se derivan de la imposibilidad, no se sabe por qué tipo de árcanos aunque se intuyen, de que exista una mínima confluencia cuando se trata, incluso, de cuestiones de Estado. Hasta para lo más evidente, como son las ayudas a empresas y trabajadores, el propio Feijóo prefiere extender el manto de la sospecha y de la ineficacia de las medidas aun antes de que se haya empezado a notar su efecto. 

A falta de datos que puedan llevarse al juzgado, salvo por los partidos y organizaciones que hacen de los escritos de demanda su forma de actuar en política, las argumentaciones que se desarrollan en los foros de debate están relacionadas con las sospechas sin aportar pruebas que pongan en un brete eficaz al Gobierno. El PP corre el riesgo de, si la justicia se da prisa, quedarse sin la corrupción que cerca al Gobierno. Tampoco utiliza con la suficiente profusión las dudas de determinados institutos económicos sobre la evolución de la economía y el empleo. Quizá porque saben que cuando les toque gobernar seguirán utilizando los mismos datos para demostrar que con ellos la economía sigue su marcha ascendente y las críticas de ahora se convertirán en el sustento de su política económica. 

Con todos estos avatares la vida política española se desliza entre la política con minúscula que todos los líderes políticos dicen rechazar y acusan al adversario de practicarla y la inconsistencia, el vuelo corto, el chascarrillo. Todos ellos dicen añorar un parlamentarismo de altos vuelos, de argumentos contundentes, pero se desenvuelven mejor en la anécdota chusca, en tirar la piedra y esconder la mano.