Carlos Velázquez lleva un año imprimiendo al ayuntamiento de Toledo un ritmo frenético, quiere marcar impronta, hacerse notar. Es un superviviente y se nota, un usuario habitual del manual de resistencia, el suyo, claro. Si ya fue difícil su retorno a la política tras esas primarias disputadas a Paco Núñez, más aún parecía que pudiera hacerse con el bastón de mando municipal en la capital de la región, pero lo consiguió, contra todo pronóstico y gracias a un pacto con Vox que, de momento, además de en las habituales arengas anti bandera arco iris, se nota poco, porque  lo que se ve y se proyecta de un año a esta parte son las cosas de Carlos Velázquez, el alcalde toledano que está claro que en la próxima cita electoral quiere ganar por mayoría absoluta, olvidarse de Vox, o vaya usted a saber porque, -ahora sí-, tiene el escaparate mediático suficiente para convertirse en una de las figuras de referencia en el futuro cercano de Castilla-La Mancha. El ayuntamiento de Toledo, por ser la capital de la región y por su impronta histórica de primer nivel, es un proyector inmejorable para canalizar a una figura emergente.
Velázquez es uno de esos políticos que, a pesar de su juventud, parece llevar transitando siglos por la política, una figura habitual por estos lares que, sin embargo, tuvo que retornar  a su trabajo en banca cuando las cuentas no le dieron en esas primarias del PP en Castilla-La Mancha determinantes para saber quien sería el sucesor de María Dolores Cospedal, pero es deportista, tiene una vis competitiva innegable, y aguardó una nueva oportunidad, una rendija por donde meter un gol, aunque fuera en el tiempo de descuento y sin demasiada vistosidad. Eso fueron las elecciones municipales de hace un año, y el pacto imprescindible con Vox. A  Milagros Tolón se le quedó cara de pocos amigos, la sorpresa fue sonada, pero Velázquez lleva un año haciéndose ver, todo el rato, a todas horas, desde la Dana con sus estragos hasta el último Corpus 
Ha puesto en el deporte una de sus máximas prioridades, tiene a mi paisano, Rubén Lozano, como un puntal en todo este terreno, quiere marcar un hito como Ciudad Europea del Deporte y el proyecto de un pabellón deportivo de primer orden está en marcha. Sabe que hoy todo lo relacionado con el deporte es una imagen de marca inmejorable para cualquier ciudad de altos vuelos. Quiere también potenciar la impronta cultural de una ciudad como Toledo, porque va de suyo que así sea, y en los últimos meses pone el foco en jornadas literarias, exposiciones y semanas de altura para los más inquietos en las artes y las letras, porque más allá de las conmemoraciones de los grandes centenarios, pongamos el caso de El Quijote o El Greco, parecía como que Toledo vivía a espaldas de la cultura viva y actuante de este siglo.
Sabe Velázquez que Toledo sigue viviendo a espaldas al Tajo, por su propia configuración como ciudad desde lo más remoto, pero también porque el río está falto de atención y conseguir cambiar esta imagen en el tiempo récord de una legislatura podría ser el aldabonazo definitivo para marcar una gestión como más que notable. Los mayores recuerdan las playas del Safont a modo de imagen idílica de un río que vivía, daba vida y respiraba, muy lejos de la realidad actual.  Lo del Tajo y resolver los atascos desesperantes en los accesos al polígono pueden marcar una diferencia y un sello a la hora de elegir una papeleta en las próximas elecciones.
Carlos Velázquez ha convertido su aventura en Toledo en una suerte de turboalcaldía que no sabemos hasta donde llegará, se lo ha tomado con el ahínco y  la convicción de quien agarra un premio tan deseado como inesperado. Dice que ya tiene cumplido más del veinticinco por ciento del programa y que quiere poner a Toledo a la altura de su mejor historia. Para eso es importante saber aprovechar los fondos europeos y llevarse bien con el que tienes presidiendo la comunidad autónoma, y él con Emiliano García-Page se lleva muy bien, y seguramente la relación con el presidente autonómico corre más fluida que con Paco Núñez, del mismo modo que la sintonía de Page con Velázquez es más aceptable que la que tiene con Pedro Sánchez, o con Milagros Tolón, pongamos por caso. Cosas de la vida que inevitablemente recalan en la política;  sobre esos mimbres es sobre los que se levantan los edificios institucionales.