Uno no siempre es profeta en su tierra y ese es el caso de la artista madrileña Isabel Quintanilla, una de las máximas representantes del realismo contemporáneo español, que ha sido más reconocida fuera de España que en su país. Al menos, hasta ahora, ya que el Museo Thyssen le rinde tributo con una exposición monográfica, la primera dedicada a una mujer, compuesta por un centenar de obras que descifran a Quintanilla como una figura fundamental del arte.
El realismo íntimo de Isabel Quintanilla se abre hoy al público y estará hasta el 2 de junio. La gran mayoría de las obras incluidas en la muestra se pueden ver por primera vez en España tras décadas en Alemania, donde la artista fue excepcionalmente reconocida.
La comisaria, Leticia de Cos Martín, explicó en la presentación los innumerables viajes, llamadas y horas de investigación que ha empleado a lo largo de casi una década para localizar algunas de las obras expuestas, muchas de ellas en manos de coleccionistas privados. Como muchas mujeres artistas de la época, el legado de Quintanilla está disperso y no existe un catálogo razonado.
Unas uvas, un plato de Duralex con unas granadas o una coliflor eran sus modelos - Foto: Javier LizonQuintanilla (Madrid, 1938-2017) se dedicó a la pintura en un momento de la historia de España en el que las mujeres artistas no tenían el peso ni el protagonismo que sus compañeros masculinos.
La artista formó parte del grupo conocido como Los realistas de Madrid', con Antonio López a la cabeza, su mujer María Moreno, los hermanos Julio y Francisco López Hernández (su marido), Esperanza Parada y Amalia Avia.
Aunque no pudo ver en vida este reconocimiento público, «ella hubiera contado mejor que nadie su pintura, que no es otra cosa que su vida», explicó De Cos. «Veo la realidad y me produce una emoción tan grande que la quiero pintar», solía decir la artista.
En sus habituales bodegones nunca había elemento humano. Era su forma de contar la historia - Foto: Javier LizonLa pintora se dedicó sin descanso a capturar su entorno: objetos personales, las habitaciones de su casa, los árboles y las flores de su jardín y otros elementos en apariencia insignificantes como un teléfono o un vaso vacío. Todos ellos configuran excepcionales bodegones y escenas evocadoras bajo su mirada. Casi nunca hay figuras humanas en estos excepcionales bodegones. «Ella decía que si ponía una persona la historia ya estaba contada, pero si dejaba la ausencia el espectador puede recrear su evocación», profundizó la comisaria. Así, una máquina de coser es un tributo a su madre, modista, y un saco de yeso evocaba la presencia de su marido, el escultor Francisco López. La muestra recorre seis décadas del trabajo de la artista, desde los 50 hasta poco antes de su muerte, en 2017.
Técnica y tiempo
Su pintura es el resultado de un dominio rotundo de la técnica y de un trabajo muy meticuloso -pintaba unas tres o cuatro obras al año-.
En la muestra se han reunido óleos, acuarelas y dibujos, que muestran su gran capacidad para captar la esencia de cualquier elemento cotidiano y darle entidad ya fuera unos pensamientos -flores en un vaso duralex -su favorito- o una repisa de su baño.
En 2016, el Museo Thyssen dedicó una exposición a los Realistas de Madrid, aquella fue su presentación para el gran público en la capital y aunque entonces, la gran estrella era Antonio López, ella le robó parte del show.