Carnaval es sinónimo de disfraz, de máscara, de antifaz, de humor, de ingenio, de fiesta, de algarabía, de disfrute y desenfreno. Pero, además, en la provincia de Guadalajara esta celebración previa a la Cuaresma cristiana significa tradición y folclore popular gracias a la variedad
y riqueza de los personajes autóctonos que hacen su aparición en numerosos municipios.
A semejanza de lo que ocurre con las botargas y otros seres enmascarados de época invernal vinculados a festividades locales, las criaturas carnavalescas viven un momento de auge y esplendor en la provincia como consecuencia del interés creciente que los ayuntamientos,
las asociaciones y los vecinos en general están mostrando por su mantenimiento, fomento y recuperación.
Los disfrazados tradicionales más destacados y extendidos en la provincia durante la época de Carnaval son todo tipo de vaquillas y vaquillones. Sin duda, los más conocidos que siguen este perfil son los Vaquillones de Villares de Jadraque y los de Robledillo de Mohernando, declarados Fiesta de Interés Turístico Provincial y Regional, junto con los inconfundibles y siempre impresionantes Diablos de Luzón que, sin ser vaquillones propiamente dichos, sí responden a ese carácter zoomórfico tan propio del Carnaval. Todos ellos saldrán en sus respectivas localidades el próximo sábado 10 de febrero. Afortunadamente, a lo largo de la última década, se han ido sumando otros personajes carnavalescos afines que estaban perdidos, entre ellos, la Vaquilla de Riba de Saelices (10 de febrero), la Vaquilla de Ribarredonda (domingo 11 de febrero), la Vaquilla y el Barrendero de Zarzuela de Jadraque (10 de febrero), las Vaquillas de Membrillera (10 de febrero), las Vaquillas de Luzaga (10 de febrero), el Estudiante y la Amuguilla de Valdesaz (10 de febrero), el Tío Tararura y el Toro de Romanones (17 de febrero) y la Vaquilla de Anquela del Ducado (17 de febrero).
Los diablos de Luzón, vaquillas y vaquillones y los Chocolateros de Cogolludo en el desfile y anuncio de Carnaval de la capital donde se reúnen cada año todos estos personajes enmascarados. - Foto: Javier Pozo / ArchivoLa mayoría de estos seres animalescos coinciden en la indumentaria que, aún siendo distinta en cada caso, tiene elementos comunes como son las cornamentas –sujetas por amugas o angarillas–, los cencerros y las máscaras de arpilleras. Además, comparten una personalidad fustigante con toda aquel que se cruza por su camino, especialmente con los niños.
Mascaritas
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Otros personajes característicos del folclore provincial carnavalesco son las mascaritas, habitualmente encarnadas por mujeres que van vestidas con camisa, falda larga, mantón, delantal y una careta blanca. Casi siempre suelen acompañar a otras figuras masculinas como es el caso de las mascaritas que desfilan junto a lo Diablos de Luzón; las que participan con los botargas en el emblemático Carnaval de Almiruete (10 de febrero); las de Salmerón, recuperadas hace diez años junto a la figura del Aliguí (10 de febrero); o las de Romanones, que salen por las calles junto al Tío Tararura y el Toro de Carnaval (17 de febrero). También merecen una mención por su singularidad los Chocolateros de Cogolludo, que hacen de las suyas el Miércoles de Ceniza 14 de febrero).