Las elecciones europeas se han cobrado una víctima que era casi esperada: Yolanda Díaz dimite como responsable del partido que ella misma creó hace un año, una amalgama de formaciones regionales, además de la que lideran Iñigo Errejón y Mónica García (Más Madrid y Más País), aunque permanece como vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo.
Un paso importante en la configuración del panorama político español en general y de la izquierda muy en particular. Pedro Sánchez, tras la debacle electoral de Sumar y de Podemos, emerge también como líder de la 'izquierda-a-la-izquierda del PSOE'. Una situación ciertamente inestable, porque ahora las formaciones integradas en Sumar y la propia Podemos ensayarán algún tipo de acercamiento que vuelva a situarles en los primeros puestos del 'ranking' político para ocupar un espacio electoral que sin duda existe.
El viaje de Yolanda Díaz ha sido meteórico, su carrera fulgurante, su protagonismo excesivo, sus aciertos indudables y sus errores de bulto, comenzando por el de la comunicación. Ahora, presumiblemente Sumar comenzará un proceso de desintegración, porque ninguno de sus líderes (los ministros Urtasun y Bustinduy) alcanzan ni la popularidad ni las condiciones necesarias para encabezar un proyecto tambaleante. Es de suponer que sea Iñigo Errejón quien ahora levante bandera en busca de protagonizar la organización de ese espacio de izquierda que primero fracasó con Pablo Iglesias y ahora con Yolanda Díaz.
La figura de la señora Díaz ha acaparado de todo: adhesiones entusiastas y críticas feroces, como corresponde a su carácter expansivo pero, al tiempo, retraído. En cualquier caso, su marcha, quedándose con una vicepresidencia que seguramente durará hasta una no demasiado lejana remodelación del Gobierno de Pedro Sánchez, ha suscitado reacciones muy variadas, aunque la mi impresión es la de que la permanencia en el Gobierno, tras el fracaso electoral y el gesto de dejar sola a su candidata, Estrella Galán, en la amarga noche de las elecciones este domingo, ha provocado más bien desafección que lo contrario.
Así, unas elecciones, las europeas, que teóricamente iban de eso, de Europa, provocan jirones en el cuerpo político español (y no solo español, obviamente: véase lo ocurrido en Francia y Bélgica, por ejemplo). Pedro Sánchez habrá de comparecer sin demora para explicar primero los efectos de los resultados en toda Europa sobre la marcha de la UE; y segundo, obviamente, para explicar cómo va a quedar su Consejo de Ministros sin la vicepresidenta segunda (sin duda habrá de sustituirla más bien a corto que a medio plazo) y sin la tercera, Teresa Ribera, que marchará de comisaria a la UE casi sin ninguna duda. Y ¿qué ocurrirá con los ministros de la 'cuota Sumar'?
Yolanda Díaz no es un peso ligero en la política española: ha forjado Sumar, que quizá esté teniendo una existencia mucho más efímera de lo que la generalidad de la opinión pública esperaba; se deshizo de los restos de Podemos de Pablo Iglesias (que supongo que debe de estar feliz ante lo acontecido) y se convirtió en un apéndice levemente crítico de un PSOE que casi todos veían que iba a arrollarla con la fuerza de su locomotora, Pedro Sánchez.
Así, Yolanda Díaz se convierte casi –veremos cuál es su futuro- en una pieza más caída en el tablero de ajedrez que comanda Sánchez, que ha ido orillando a enemigos y rivales, desde Rajoy hasta Pablo Casado y Albert Ribera, hasta a socios y colaboradores, entre los que podríamos incluir a Oriol Junqueras y, quién sabe, acaso a Carles Puigdemont, que protagoniza ahora la historia que hay que vivir y contar.
Veremos, en fin, cómo se recomponen las filas de esa izquierda a la izquierda del PSOE que no está sabiendo encontrar bien su lugar, entre otras cosas porque el PSOE, como me decía ayer un viejo militante que ha ocupado muchos cargos, "es mucho PSOE". Quien pensara en algún momento que Yolanda Díaz podría convertirse en la gran figura de la izquierda española, una vez desgastado Sánchez, obviamente se equivocaba. Si el PSOE es mucho PSOE, para lo bueno y para lo malo, Sánchez es mucho Sánchez, con todos sus admiradores y sus feroces detractores, que de todo tiene. El apasionante culebrón continuará.