Las enfermedades cerebrovasculares son una de las principales causas de muerte entre la población española. Una de las más frecuentes es el ictus, más conocido como Accidente Cerebrovascular (ACV), un trastorno de aparición repentina y grave que afecta a la circulación sanguínea del cerebro ya sea por oclusión arterial (85 por ciento de los casos) o por hemorragia (15). Precisamente, el pasado martes se celebró el Día Mundial de esta afección con el objetivo de visibilizarla, así como sus consecuencias derivadas, y aumentar la investigación acerca de sus causas y prevención.
El ictus afecta, cada año, a unas 120.000 personas solo en España, según las últimas cifras de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF), correspondientes a 2023. Es la segunda causa de muerte en el país y la primera entre las mujeres. Además, incluso en los casos en los que no resulta mortal, afecta gravemente a las condiciones de vida de quienes lo sufren y, en muchas situaciones, provoca discapacidad, también en mayor medida en las féminas. Actualmente, cerca de 330.000 ciudadanos presentan alguna limitación en su capacidad funcional por haber sufrido esta dolencia.
Entre las causas más habituales del ictus, se encuentran algunas compartidas con otras enfermedades cardiovasculares, relacionadas con un estilo de vida poco saludable. «Los desencadenantes más frecuentes están vinculados a hipertensión, colesterol alto, obesidad, sedentarismo, tabaquismo o consumo habitual de drogas y alcohol», explica Julio Maset, experto médico de Cinfa. Además, el ritmo vital actual, «marcado por situaciones de estrés y con altas cargas laborales, también está relacionado con una mayor propensión a sufrirlo».
Sin embargo, esto implica también «una buena noticia, y es que la prevención del ictus depende, en gran parte, de nosotros mismos y de nuestro estilo de vida, ya que se estima que hasta un 90 por ciento de ellos se pueden evitar siguiendo una serie de hábitos más saludables», indica el experto. Además, el daño cerebral depende del tiempo que dura ese trastorno. Por tanto, es clave saber identificar los síntomas para acudir cuanto antes al hospital.
Secuelas y día a día
Tras un ictus, una de las secuelas más frecuentes es la espasticidad o rigidez de la musculatura. Según fuentes médicas, esta afecta a un 40 por ciento de los pacientes de ACV y requiere un tratamiento específico que pasa por rehabilitación médica. Además, Julio Maset señala también otras consecuencias habituales «como el dolor neuropático, la hemiplejia y otros daños cerebrales».
En concreto, el ictus es la primera causa de discapacidad por Daño Cerebral Adquirido (DCA). Desde la Asociación de Daño Cerebral de Navarra (ADACEN), se encargan de la terapia y tratamiento de las personas que han pasado por un ictus. Leyre Tirado y Alicia Urriza, neuropsicólogas del centro, precisan que su trabajo comienza con pacientes crónicos, cuando ya «ha finalizado el primer tirón de rehabilitación intensiva y su salud está estable». En ese momento, expresan, «se trabaja para poder avanzar todo lo posible, aunque en esta fase la recuperación va a ser más lenta». Por ello, se centran en «reajustar la vida, en asimilar cómo es esa nueva situación, los retos a los que se van a enfrentar y cómo adaptarse emocionalmente a esa realidad».
En el ámbito más terapéutico, se focalizan en la parte cognitiva, el razonamiento, la memoria o el pensamiento. Cristina se dedicaba al periodismo y sufrió un ictus hace cuatro años. «Siento que donde antes iba sobrada, ahora noto que no llego, y esta situación hay que aceptarla y reajustarla», resume. Entre los? cambios más difíciles de asumir para ella se encuentra el no poder volver al trabajo habitual. «Es algo que no consigo digerir y lo llevo francamente mal, y aunque conservo la esperanza de volver algún día, sé que no va a ser así». Sin embargo, no todo es negativo porque, asegura, ahora tiene tiempo para poder dedicarse a lo que más aprecia en su vida: sus hijos.
Las familias son otro de los focos de trabajo de ADACEN, «un punto muy importante desde el plano psicológico, ya que hay una persona que sufre una lesión, pero se resiente toda la estructura familiar», apostillan las neuropsicólogas del centro. «Es necesario ayudarles, darles apoyo emocional y centrar los objetivos que se han planteado de manera conjunta. Entre otras cuestiones, les enseñamos a que dejen terreno abierto a los pacientes para que se equivoquen y sean capaces de tomar sus propias decisiones, sin interceder», indican.
Si en algo coinciden tanto neuropsicólogas como pacientes es en que «ante estas situaciones, solemos quedarnos con lo que no se puede hacer, pero hay una parte positiva del proceso en el que tratamos de potenciar las fortalezas que sí tienen», finalizan.