El Geppetto de la Alcarria

Antonio Herraiz
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Nació en Valdegrudas y aprendió el oficio artesano observando a su padre, el zapatero del pueblo. En Barcelona se formó en la creación de títeres y marionetas y ha recorrido numerosos países con espectáculos en los que daba vida a sus figuras

El Geppetto de la Alcarria - Foto: Javier Pozo

A Teodoro Escarpa (Valdegrudas, 1947) es fácil compararle con el Geppetto que creó a Pinocho. Es el padre de decenas de criaturas de madera a las que ha dado vida en espectáculos con los que ha recorrido buena parte de Europa y también de América. Son sus hijos, como Pinocho lo fue de aquel carpintero italiano universalizado en la novela de Carlo Collodi. Los pinochos de Teo son el payaso Trombón, el encantador de serpientes y el resto de artistas de su circo particular. También los miembros del cabaret más ambulante, a los que recreó tras verlos actuar en directo en El Plata, el mítico local de ocio de El Tubo de Zaragoza. El hombre forzudo y la mismísima muerte; el mago Didier y un pariente de Antonio Machín desmontable, con sus maracas moviéndose sin parar; y el perverso Makoki, protagonista de la ochentera revista underground. Gracias a ellos, Teo permitió que miles y miles de espectadores trasladaran su imaginación al universo de las marionetas y los títeres. «La vida es un sueño y estos personajes manejados por hilos permiten al público soñar». 

Teo nos recibe, al abrigo de una gran parra, en la casa en la que nació y que se ha convertido en un museo que guarda buena parte de la historia de su vida y de su familia. «Mi padre, Alejandro Escarpa, era el zapatero del pueblo, un artesano de los que ya no quedan. Desde bien pequeño me pedía que le observara para fijarme en el oficio y ahí es donde aprendí a tratar el cuero». Conserva las herramientas, las hormas antiguas, los patrones y la máquina de coser con la que su padre calzó a toda la comarca. A Teo no le habría importado continuar con el negocio de su padre, pero el futuro en la zona no se atisbaba muy alentador. Con apenas 16 años emigró a Barcelona, donde ya había partido su hermano. «Tenía que ganarme la vida y empecé a vender de forma ambulante piezas elaboradas en cuero. Luego aprendí mecánica y matricería. Lo de obrero no me convencía y busqué otros caminos». Porque Teo ha sido siempre un espíritu libre y encontró la horma de su zapato en un taller de marionetas. «Contacté con Pepe Otal, un artista de Albacete que fundó en la Barceloneta el Grupo-Taller de Marionetas. Allí empecé a confeccionar los primeros personajes de madera y de pasta de papel. Todavía conservo un arlequín de aquella época». 

Le pregunto por el nombre que mejor define la que ha sido su profesión durante décadas. «Como somos ambulantes, por extensión, mucha gente nos denomina titiriteros, y ese término es demasiado amplio. Engloba a los saltimbanquis, a los malabaristas y demás artistas que hacen espectáculos de calle. La palabra exacta es titerero, que es la persona que mueve el títere. Como yo siempre trabajo con marionetas de hilo, marionetista también vale». Todas las marionetas que tiene Teo las ha fabricado él. Las más genuinas son las que están hechas de madera de nogal, aunque también aparecen materiales como el látex, la pasta de papel o el cartón fallero. «Para trabajar bien la madera tienes que emplear muchas horas. Harry Tozer, un marionetista con orígenes ingleses nacido en Paraguay, repetía siempre: 'No quieras aprender en seis horas lo que requiere más de seis meses'». 

En Barcelona, Teo y su compañía actuaron en el Teatro Romea, en el desaparecido Malic, ubicado en el barrio del Born, y por toda la ciudad. Desde la Rambla al parque Güell, en la plaza del Pino y en la del Rey, en el Gótico. «Hubo espectáculos provocadores y polémicos que tuvimos que estrenarlos en la calle, como El Apocalipsis según San Juan, que sufrió la censura en España». Con Taller de Marionetas viajó al festival mundial que se celebra en Charleville-Mézières (Francia). Estuvo también en Alemania, en Suiza, en Italia y por buena parte de Europa. En América llevaron sus espectáculos a Colombia y a México. «Distrito Federal suma más de 20 millones de habitantes y allí los teatros son muy grandes. Nosotros estábamos acostumbrados a actuar en salitas de 100 ó 200 personas y, hacerlo ante 2.000 espectadores impresionaba». Probó con otras compañías -La Universal- hasta que fundó la suya propia, Marionetas Cuarta Vía, con la que ha llevado sus sueños por toda España. Acumula miles de anécdotas y en su museo particular, en el que cuelgan artículos de prensa y fotos testigos de su trayectoria, destaca una imagen. «Ese niño que está ahí sentado junto a otros chavales venía con su abuelo al Parque del Retiro muchos fines de semana. Con el paso de los años, siendo adulto, se me acercó y me regaló esas fotos». El texto con el que acompañó las instantáneas no puede ser más evocador: «Para Teodoro, inspirador de mis sueños y fantasías y ayuda imprescindible para la realización de mi creatividad».

A Teodoro Escarpa le despedimos en su casa-taller de Valdegrudas, donde nació y aprendió el oficio artesano. Vive solo y a la vez arropado de decenas de marionetas que, quién sabe, quizá por las noches o en las largas tardes de invierno vuelven a cobrar vida para acompañar a quien tantas veces se la dio.