Desde marzo, el Museo de Guadalajara expone una valiosa obra que ha pasado a formar parte de su colección permanente. Se trata del cuadro Luisa de Mendoza y Mendoza, VII condesa de Saldaña, firmado por el pintor italiano Antonio Ricci en 1603 y adquirida en el mercado privado por el Ministerio de Cultura. El historiador del arte guadalajareño Ángel Rodríguez Rebollo se encuentra detrás de la laboriosa investigación que esconde este elegante y enigmático retrato de la hija de la VI duquesa del Infantado, heredera truncada del título por su temprano fallecimiento, y que fue vital para avalar su retorno a casa, el Palacio del Infantado. Rodríguez acaba de publicar y de presentar el libro que recoge el minucioso estudio sobre la historia y los detalles que atesora este cuadro así como la truculenta biografía de su protagonista.
Hace unos días presentó el libro 'Luisa de Mendoza, VII condesa de Saldaña'. ¿De qué trata ?
Este libro es el resultado de la investigación de un proyecto que llevo a cabo junto con el Museo de Guadalajara sobre el Palacio del Infantado y las colecciones que tuvo en su momento. En concreto, recalé en este retrato a través de su autor, Antonio Ricci, un pintor sobre el que había realizado varios estudios previos. A raíz de esas publicaciones, me llamó un galerista, Diego López de Aragón, para decirme que tenía un retrato de una duquesa del Infantado firmado por Ricci y que le gustaría que lo estudiase. Fui a verlo y, efectivamente, comprobamos que había pertenecido a la Casa Osuna la cual, en el siglo XVIII, se unió a la Casa Infantado. Cayeron en bancarrota porque derrochaban muchísimo y se vieron obligadas a vender todo lo que tenían, incluida su colección de cuadros que se subastó en 1896. Ahí es cuando aparece este retrato que se pensaba que era de una duquesa.
Entonces, ¿no lo era?
Se daba por hecho que era el retrato de una duquesa y, por las fechas, supuse que era Ana de Mendoza, VI duquesa del Infantado. Sin embargo, cuando me puse a hacer el informe, me di cuenta de que por la edad de la retratada y por el tipo de vestimenta y peinado que lleva, el cuadro databa de 1602 ó 1603, por lo que no cuadraba que fuese Ana de Mendoza. Ahí fue cuando descubrí que justo en 1603, su hija, que es nuestra Luisa de Mendoza, contrajo matrimonio con el Duque de Lerma y ese mismo año será nombrada condesa de Saldaña. A partir de ahí, reconstruimos la historia de este personaje, hasta ahora desconocido, que tuvo una vida bastante fascinante.
El historiador de arte guadalajareño Ángel Rodríguez Robollo junto al retrato de 'Luisa de Mendoza y Mendoza, VII condesa de Saldaña'. - Foto: Javier Pozo¿Cuánto tiempo le llevó realizar esta investigación?
Bastante porque una cosa es el estudio técnico de la pintura, que te lleva un tiempo más o menos determinado, y otra es el estudio del personaje, que era lo difícil en este caso. Se conoce muy poco sobre la vida de los Mendoza, en particular, sobre las mujeres. Tuve que invertir bastantes meses para intentar reconstruir el perfil biográfico de Luisa de Mendoza, fue complejo. Lo bonito de este libro es que, al final, se pudo reconstruir el trazado de esta mujer desde su nacimiento en el Palacio del Infantado, pasando por su matrimonio con uno de los hijos del Duque de Lerma, hasta su muerte. Hay que resaltar que Luisa de Mendoza fue una especie de pieza de canje porque su madre quien, al ser mujer, tuvo problemas para heredar el título de la casa ducal y se vio obligada a casar a su hija con la mano derecha del Rey para que le ayudase en el pleito que tenía para seguir siendo la duquesa del Infantado. Por ello, Luisa jugó un papel fundamental, fue una pieza clave dentro de una partida de ajedrez tanto familiar como política. Pero tuvo una vida muy triste. Se casó temprano, le costó mucho tener hijos, el primero falleció y luego tuvo otros dos, Rodrigo, que será el VII Duque del Infantado, y Catalina, que acabará siendo la VIII Duquesa porque su hermano falleció sin descendencia. Luisa de Mendoza murió en 1619, vivió poco más de 30 años. Lo curioso es que pude localizar la tumba en la que estuvo enterrada en su día porque en uno de los dibujos que se conservan en el Archivo Histórico de la Nobleza existe un planito del panteón que su madre mandó construir y que incluye un nicho con su nombre. Es muy bonito saber hasta qué punto hemos reconstruido una vida que va desde la cuna hasta la sepultura. Se ha trazado ese arco tan triste, pero tan bonito y tan completo que muchas veces no es fácil conseguir.
¿Qué valor tiene la llegada de este cuadro al Museo de Guadalajara?
Aunque en el Museo de Guadalajara tenemos una colección muy importante de arte, en realidad, procede de un museo provincial que se creó a raíz de la Desamortización. Pero de lo que hubo allí en su origen, es la primera obra que vuelve después de 200 años. Es decir, este cuadro es la primera obra de la colección Infantado que regresa al palacio y que realmente está en el sitio para el que, seguramente, se pintó.
¿Cuál es su importancia artística?
A nivel artístico, este retrato nos sitúa a un pintor de una calidad importante que teníamos muy desdibujado y que se especializó en el retrato, sobre todo, femenino. Fue un pintor que tuvo la suerte de contactar a través de la Casa Infantado y de la Casa de Lerma con las principales mujeres del entorno de la Corte.
¿Qué han revelado los análisis técnicos realizados en el cuadro por el restaurador Jorge Calvo Urrea?
Las radiografías y reflectografías infrarrojas que se han hecho en el cuadro nos ha enseñado que debajo del retrato que hoy vemos había otro anterior. Ricci hizo un primer retrato que terminó y, en el año 1603, por lo que sea, lo cambia y es cuando pinta a Luisa de Mendoza. Los análisis muestran que en el cuadro original había un tipo de cortinaje distinto, unos brocados diferentes, que la retratada en origen estaba colocada de otra manera, es decir, hay muchos cambios sobre la pintura original, también en el rostro que estaba raspado y repintado. Este cuadro está claramente inspirado en un retrato que Juan Pantoja de la Cruz realizó a Isabel Clara Eugenia de Austria. Quizá Ricci no llegó a entregar nunca ese retrato primitivo de Isabel Clara Eugenia y lo acabó modificando de una manera muy rápida para adaptarlo a la después retratada que es la VII Condesa de Saldaña.
¿Qué otras curiosidades encierra?
Otra curiosidad interesante es que esta obra se pinta, precisamente, para hacer pareja con un retrato de su madre. La cortina que se rehace es exactamente la misma que aparece en un retrato de Ana de Mendoza datado hacia 1594 y del que sólo conservamos una fotografía en blanco y negro.
La presentación de este libro tuvo una extraordinaria acogida de público. ¿Cómo lo valora?
Es muy importante porque significa que la gente ha acogido a este personaje como un personaje vivo que ha vuelto a Guadalajara, que es algo que nosotros remarcamos mucho: el regreso de un cuadro importante a su casa. La difusión de esta obra, que se está haciendo perfectamente bien por parte de la dirección del Museo de Guadalajara, es tan importante como la investigación.
¿Podría regresar otro cuadro similar al Museo de Guadalajara?
Esperemos que éste sea sólo el primero. Estamos trabajando en ello.
A lo largo de su trayectoria, ¿ha realizado otros investigaciones sobre obras o autores de Guadalajara?
Sí . Ahora, sobre todo, estoy trabajando mucho en la figura de Juan Bautista Maíno, un pintor que nació en Pastrana y que fue muy conocido y cotizado porque era el maestro de pinturas en tiempos de Felipe IV.
¿En qué otros estudios trabaja?
Estoy con el estudio de las colecciones Infantado y también formo parte de un proyecto de investigación de la Biblioteca Nacional sobre dibujos madrileños de la segunda mitad del siglo XVII. Aparte, participo en un tercer proyecto de la Universidad Complutense relacionado con el coleccionismo de la Casa de Austria. Profesionalmente, he sido 20 años coordinador del Seminario de Arte e Iconografía de la Fundación Universitaria Española y, desde hace siete, soy editor de la revista Ars Magazine. Mi especialización es el coleccionismo de la Casa de los Austrias, y también llevo años trabajando con dibujo español del siglo XVII.
¿Qué opina del proyecto 'Prado Extendido' planteado en el Infantado?
Va a ser importante porque van a llegar piezas que ampliarán la visión y la colección que ahora hay y que ya es buena. Eso lo tenemos que tener en cuenta, tenemos y debemos valorar lo que ya hay en el Museo de Guadalajara porque es muy bueno.
¿Qué enseña el arte al ser humano?
El arte nos enseña a disfrutar y a conectar con una emoción que es distinta para cada uno de nosotros. Además, el arte es una manera de agradecer nuestro pasado, nuestra cultura y lo que somos. Somos el producto de un bagaje histórico, artístico, político y cultural y el arte, al final, es ese testimonio que nos queda del pasado y que nos conecta y nos permiten ver de dónde venimos.