Sinopsis oficial
En este claustrofóbico thriller, un piloto transporta en su avioneta a una Marshall que custodia a un testigo que va a testificar en un juicio contra la mafia. A medida que atraviesan las montañas de Alaska, las tensiones se disparan, ya que no todo el mundo a bordo es quien parece ser. Y a 3000 metros de altura no hay escapatoria posible.
La crítica -
Por Juana Samanes
Mel Gibson vuelve a demostrar que es un excelente director haga lo que haga, ahora un thriller de acción que transcurre prácticamente en un solo escenario: la cabina de una avioneta. Tras sus problemas personales que le marcaron en su vida profesional vuelve a ejercer como cineasta mientras se encuentra ya en preproducción de La Pasión de Cristo: Resurrección, una ambiciosa secuela de La Pasión de Cristo.
Una agente de policía viaja en una avioneta custodiando a un hombre que, a su pesar, va a testificar contra un importante miembro de la Mafia. Pero nadie es lo que parece y empieza la tensión a bordo, teniendo en cuenta que atraviesan las montañas de Alaska y se encuentran a 3000 metros, luego es imposible escapar.
Mel Gibson ha reunido a un solvente trío de intérpretes a los que les une una característica: hacen un papel muy alejado de los personajes que los han hecho famosos, el caso más claro es el de Michelle Dockery, al que el papel de la heredera en la serie Downton Abbey ha dado fama. A Topher Grace, con una envidiable vis cómica, muchos le recuerdan por su simpático papel In Good company y Spiderman-3 mientras que asombra que Mark Wahlberg, al que habitualmente hemos visto en papeles de buena persona aquí encarne con verosimilitud al villano psicópata. El mismo Mark ha afirmado que resultó divertido encarnar a un villano diabólico sin complejos.
Con una acertada duración de 90 minutos, Amenaza en el aire mantiene perfectamente la tensión y el suspense hasta el final, sin más alarde ni artificio que un guión bien construido y unos diálogos bien escritos y defendidos. Se trata de un film claustrofóbico, rodado en un espacio pequeño, con las dificultades que eso entraña para filmar, y donde los efectos visuales se encuentran fuera, aunque la avioneta sufra todo tipo de movimientos y turbulencias como es propio en un viaje accidentado.
De desarrollo rápido, que mantiene en vilo, Gibson, además de agradecer el trabajo de todo el equipo técnico, ha destacado en particular el del escenógrafo David Meyer que le convenció de que la mejor manera de rodar este film era tener un avión compuesto por modulos que se pudieran montar y desmontar con facilidad.