Al servicio del deporte

Antonio Herraiz
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Se ha jubilado toda una institución del deporte provincial. Profesor de educación física del Brianda de Mendoza durante 35 años, vivió también la etapa dorada del Club Baloncesto Guadalajara como preparador físico del club

A Alejandro Mayor Jani (Guadalajara, 1963) le tuve más de un año en un póster colgado de la pared de mi habitación. Se acababa de estrenar como preparador físico del Club Baloncesto Guadalajara y acompañaba en la foto al equipo que entrenaba Ricardo Pérez de Rueda. Allí estaban Leonard Allen -junto a Jim Miller, el primer extranjero en toda la historia del club-, Emilio López Goitia, Pablo Postigo, Óscar Roche, Pérez Toledano, Chuchi París y un histórico del baloncesto de la ciudad: José Luis Sánchez Burgués, el gordo. Era la temporada 88-89, el equipo que presidía Juan Manuel Hueli militaba en la Primera División y se estaba consolidando la edad de oro de este deporte en Guadalajara; una década en la que nos visitó dos veces Drazen Petrovic -una con la Cibona de Zagreb y otra con la selección de Yugoslavia- y también Sabonis con el Zalgiris de Kaunas. Alcanzó la cima en 1993 con el ascenso del club a la máxima categoría en el pabellón La Casilla de Bilbao, que después se frustraría en los despachos al no poder hacer frente al pago de más de 450 millones de pesetas. Durante los 20 años que estuvo de preparador, Jani vivió los mejores años del equipo y también su declive, hasta su desaparición en 2011.

Jani llegó al equipo recién finalizada la carrera de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF) en la Complutense y con el aval que le había proporcionado su primera experiencia laboral como coordinador en las piscinas municipales. A pesar de su juventud, ya era un referente del deporte provincial. «Comencé jugando al fútbol en el Club Deportivo Guadalajara, pero tuve una lesión gorda -rotura de la parte posterior del bíceps femoral- y lo dejé». También probó con el kárate de la mano de Salvador Herraiz, quien, junto a su hermano Faustino, introdujo este deporte en Guadalajara en los años 70. Después, «estudié el bachillerato en el Brianda y ahí empecé a aficionarme por el atletismo». Fue dos veces campeón provincial de cross y, durante su etapa en INEF, consiguió un tercer puesto en el campeonato de España universitario que se celebró en Santiago de Compostela. «En pista me gustaba correr media distancia: 1.500, 5.000 y 10.000 metros. Entonces estaba siempre de la mitad para arriba, aunque, con aquellas marcas, hoy sería del montón». 

Hay una institución con 185 años de vida que ha marcado la vida de Alejandro Mayor: el instituto Brianda de Mendoza. «Siempre me había interesado mucho la docencia y, cuando acabé la licenciatura, me presenté a las oposiciones. Como era una carrera relativamente nueva, había bastantes plazas. Igual éramos 4.000 para 1.000 plazas, una ratio impensable ahora mismo». Aprobó al primer intento. Aquello fue en el año 87 y así empezaba un idilio con el Brianda que se ha prolongado cerca de 35 años. «Durante un tiempo, compaginé la enseñanza con el Club Baloncesto Guadalajara y con la coordinación deportiva de las piscinas municipales. Al principio, viajaba a todos los partidos fuera de casa y era una locura. Salías un viernes por la tarde y regresabas el domingo por la noche. Recuerdo que el Andorra jugaba siempre el domingo por la tarde y, cuando el autobús entraba de vuelta por Guadalajara, el lunes por la mañana, yo me iba directo al instituto». Ha participado en el equipo directivo del centro como jefe de estudios y también ha conocido de primera mano las tripas de la Administración como jefe de servicio de Juventud y Deportes de la Delegación de la Junta de Comunidades, un puesto en el que apenas estuvo un año. Su capacidad de gestión chocó con las injerencias políticas. 

Al servicio del deporte
Al servicio del deporte - Foto: Javier Pozo
Catedrático, formador de formadores en la universidad, maestro de profesores de educación física, se acaba de jubilar. Si no conoces su trayectoria, pocos acertarían su edad porque sigue teniendo la misma cara aniñada del póster del Club Baloncesto Guadalajara del año 88. Su último día como profesor en el Brianda fue el 1 de febrero. «Mi compañero de departamento, Víctor Tejeiro, me organizó un auténtico regalo. Cuando fui a cerrar la puerta del polideportivo, un enorme pasillo con alumnos aplaudiendo me acompañó hasta el interior del centro. Fue muy entrañable». Los estudiantes no suelen regalar nada. Menos los de hoy. Y ese reconocimiento lo pueden hacer extensivo todos los alumnos que, en algún momento, a lo largo de las últimas tres décadas, han disfrutado de sus clases.