Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Un deseo cercano a la realidad: adiós Puigdemont, adiós

11/05/2024

A pocas horas de la marcha de los catalanes a las urnas, escribo desde Barcelona en la jornada de cierre de la campaña electoral con una sensación creciente, compartida con interlocutores de todas las tendencias en la capital catalana: dentro de una semana, Carles Puigdemont, el hombre que, junto con Pedro Sánchez, o en paralelo con él, mejor dicho, ha protagonizado una historia política digna de una novela de Le Carré, puede haber desaparecido de la escena política. ¿Probable? Quizá no. ¿Posible? Sí, es posible. Quizá sea la hipótesis más viable en estos momentos previos a las elecciones autonómicas catalanas, que van a ser, claro está, mucho más que unas elecciones autonómicas. Y mucho más que catalanas.

Porque, eso sí, Puigdemont puede marcharse, pero como Sansón en el templo de los filisteos: derribándolo con él dentro, y ponga usted Moncloa donde pongo templo y Sánchez donde filisteos. Creo no exagerar si digo que, tras la campaña, Puigdemont se ha convertido en el peor enemigo de Pedro Sánchez, y viceversa. Así que una cosa es lo que pase en las urnas este domingo, y otra lo que vaya a ocurrir en el Congreso de los Diputados y sus mayorías a partir del lunes. "Ya veremos, tiempo al tiempo", enarcan las cejas fuentes monclovitas, quizá esperando el milagro cotidiano que la diosa Fortuna expende, puntual, a Sánchez.

Sí, yo creo a Puigdemont cuando ha dicho -y repetido- que se retirará de la política si no alcanza en estas elecciones del domingo la presidencia de la Generalitat catalana que ya ostentó y malbarató en 2017, antes de tener que huir a Waterloo perseguido por la justicia tras intentar un golpe de Estado secesionista. Al tiempo, veo muy difícil que alcance su objetivo de recuperar para él el cargo de molt honorable president de la Generalitat de Catalunya: ni las encuestas, que circulan como liebres pese a la absurda prohibición oficial de publicarlas, ni el ambiente de las calles, hasta donde se me alcanza comprobarlo en las horas que llevo en la capital catalana, parecen creer en ese posible retorno de Puigdemont al principal despacho en la plaza de Sant Jaume. Ni tendrá los votos suficientes ni tendrá, es una apuesta aún arriesgada, el apoyo de Esquerra Republicana de Catalunya, que, dicen todos aquí, ya tiene cerrado su compromiso con el PSC para facilitar la gobernación a Salvador Illa, haya o no miembros de ERC en ese Govern, que de ninguna manera podría etiquetarse, contra lo que dicen en Madrid gentes creo que desinformadas, de filo-independentista.

Así que blanco y en botella: si Puigdemont no alcanza su casi imposible meta de la Generalitat y si realmente es fiel a su palabra, le tendremos aún 'exiliado' (la terminología es suya) vaya usted a saber dónde y por cuánto tiempo, porque la verdad es que lo de la amnistía puede que sea pronto un hecho legal, pero no será, jueces del Supremo mediante, un hecho real. No acabo yo de ver la foto de Puigdemont paseando tranquilamente por las bellas calles gerundenses; no a corto plazo, la verdad.

Otra cosa es que se produzcan vuelcos impensables cuando esto escribo. O que el fugado decida, en plena jornada de reflexión, dar la campanada y colarse en territorio catalán, o sea español, para ser detenido (o no, porque a estas alturas quién sabe...). Eso sería una patada al tablero que el propio Puigdemont ha declarado que no piensa dar e, insisto, no hay por qué no creerle: vendrá cuando se produzca la investidura, supongo que de quien sea (Illa es, claro, el más probable) y cuando sea, que aún es muy pronto para fijar calendarios tras unas elecciones que, a falta de mayoría absoluta para formar un Govern, incluso podrían repetirse.

Panorama muy abierto, desde luego, pero con un final tan previsible como que Illa cuenta 'a priori' con el mayor porcentaje de probabilidades para hacerse con la Generalitat, que es, a mi juicio, lo mejor que podría pasar, quizá con un Govern en el que participe -pero eso tampoco es seguro, ya digo- Esquerra. Y con Puigdemont pasando, como su antecesor remoto Quim Torra, o como Artur Mas, o como Ibarretxe en el País vasco, a la historia de lo irrelevante tras haber protagonizado unos días, unos mees, unos años, de utopía imposible, la de la independencia. Quizá ya el mismo lunes podamos entrever si estoy muy equivocado en lo que aquí dejo escrito. Adiós, Puigdemont, adiós: tanta paz lleves como la que nos dejas con tu marcha.