Una opa con dientes afilados

Carlos Cuesta (SPC)
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La intención del BBVA de fusionarse con el Sabadell supera el contexto económico y supone un pulso entre ambas firmas, el Gobierno, el Banco de España, el BCE y la CNMV

Una opa con dientes afilados - Foto: EUROPA PRESS

El anuncio de BBVA de lanzar una nueva OPA sobre el Banco Sabadell sorprendió al mercado financiero después de que, hace tan solo cuatro años, la entidad catalana presidida por Josep Oliu rechazara una fusión en un momento de mayor debilidad. La situación actual ha cambiado, puesto que los últimos resultados de la entidad catalana denotan una mayor solvencia tras declarar unos beneficios de 308 millones en el primer trimestre, un 50,4% más que un año antes. 

La estrategia del presidente del BBVA, Carlos Torres, de este segundo intento de fusión cuenta aparentemente con errores de bulto que, a priori, condicionan que la operación prospere. En primer lugar, se comunica en pleno proceso electoral en Cataluña -que culmina hoy-, sin calibrar el rechazo que podía provocar entre los partidos políticos independentistas, ya que consideran que con esta absorción perderían un puntal fundamental de su economía. Además están las consecuencias que podría tener el traslado de su sede operativa de Barcelona. En segundo lugar, lo hace sin consultar con el Banco de España ni tampoco con el Gobierno, aunque Torres sí transmitió a mediados de abril a Oliu su intención de presentar una oferta de fusión. 

Tras el rechazo del Consejo de Sabadell, la OPA amistosa pasó a hostily ahora la operación se fía a los 200.379 accionistas minoritarios que cuentan con el 47% de las acciones del Sabadell.

La cúpula del banco catalán consideró que las condiciones ofrecidas no le aportaban valor ni al balance de la entidad ni a sus perspectivas de crecimiento, con lo que dejó claro que prefería seguir en solitario siendo independiente. Una de las razones que ha valorado para rechazar esta propuesta es la alta exposición financiera que el BBVA tiene en países emergentes y muy volátiles donde opera, como Turquía y México.

Pero la intención del BBVA de copar a la firma financiera catalana supera el contexto económico y supone un pulso entre ambas firmas, el Gobierno, el Banco de España, la CNMV y el BCE. Por el momento, el Banco de España pide prudencia ante una estrategia que considera que está dentro de las reglas del mercado, pero la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) confirmó que analizará la denuncia planteada por Oliu en torno a la información aportada por el BBVA.

También desde la CEOE, su presidente, Antonio Garamendi se pronunció asegurando que las empresas «son libres de actuar, de participar y de hacer ofertas o no».

La directiva del Sabadell, unida a la negativa del Ejecutivo y la Generalitat catalana, aseveraron que «harán todo lo que esté en su mano para que la OPA no prospere». Esto traslada una gran presión a la posición de Torres y del consejero delegado, Onur Genç, que el próximo año deberán ser reelegidos para renovar mandato en el Consejo que arrancó en 2019.

Asimismo, tanto el mundo empresarial catalán como la sociedad tampoco son proclives a que se resuelva positivamente la operación al trascender la intención del BBVA des cerrar un tercio de las oficinas del Sabadell en Cataluña ante la fuerte presencia del banco vizcaíno en la región. Se habla de un ERE para más de 4.500 trabajadores, aunque la vocación que expresó Torres es que las medidas «no serían traumáticas».

El previsible proceso de reestructuración llegaría cuando las plantillas conjuntas lleguen a sumar 40.865 empleados (27.410 de BBVA más 13.455 de Sabadell). La red de oficinas superaría las 3.076, con severas duplicidades en Cataluña. 

Y respecto a los gastos, el BBVA prevé que supongan unos costes de más de 1.500 millones de euros.

Reunión en Londres

La entidad catalana ha convocado esta semana a sus principales accionistas en Londres para convencerlos de la buena marcha del banco y justificar su negativa a la fusión. El 53% de su capital está en manos de grandes inversores, por un 47% de minoristas. Ninguno controla más del 4% del capital y, las principales posiciones están en manos de los mayores fondos como BlackRock, Vanguard o Norges, además del inversor mexicano, David Martínez, entre otros. Los 30 mayores accionistas del banco catalán controlan un 25% del capital que son quienes, en definitiva, determinarán el futuro de la firma.